Diario de una expedición al fin del mundo

El pasado enero, Greenpeace España se embarcó en una expedición histórica por el océano Antártico. Objetivo: reclamar la creación de la mayor área protegida del mundo, el Santuario Antártico. El productor Álvaro Longoria y los hermanos Javier y Carlos Bardem nos acompañaron. Aquí está su relato.

Familia de pingüinos © Christian Åslund / Greenpeace
Los hermanos Javier y Carlos Bardem a bordo del Artic Sunrise
Los hermanos Javier y Carlos Bardem a bordo del Artic Sunrise

Día 1

“Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. El explorador británico Ernest Shackleton publicó este anuncio en prensa en 1914. Fueron miles los que acudieron a tan extraño y poco esperanzador llamado. De ellos eligió a 26. Juntos escribieron la última gran gesta de la exploración terrestre, la conquista de la Antártida.

No, nosotros no somos locos y desde luego ni mi hermano Javier ni yo arriesgamos la vida. No somos exploradores victorianos, no buscamos plantar la bandera de un rey o un país en el gran desierto blanco. Buscamos que, entre todos, plantemos la única bandera posible, la de la humanidad.

¡Bienvenidos al Arctic Sunrise y al océano Antártico! Empieza la aventura.

Arctic Sunrise en el océano Antártico
Arctic Sunrise en el océano Antártico

Día 2

Por fin mejoran las condiciones de vuelo entre Punta Arenas y la isla King George. Tenemos que tomar un AVRO RJ85, un cuatrimotor no muy grande y con limitaciones de pasaje y carga. La pista de aterrizaje no es de concreto, nos explica una tripulante, por eso no podemos ir llenos nunca, por el peso. Primera sorpresa: no para de subir gente, pequeños y coloridos grupos. Nos extrañamos. Nuestra incursión en lo salvaje, nuestro into the wilderness, empieza a parecerse a un viaje organizado cualquiera. De gente muy abrigada, eso sí. La misma tripulante nos explica: “Ustedes van al barco de Greenpeace, esos chinos son el relevo de otros de una base científica. Ese grupito va a un yate y esos otros a un crucero, uno muy grande”.

No podemos evitar preguntarnos qué y cómo harán con los residuos de un enorme crucero turístico al cruzar estas aguas. Cuál será su impacto. Una vez más la reflexión de siempre: por qué el ser humano es siempre el principal riesgo biológico para cualquier entorno. Los peligros son más de los esperados: a la pesca industrial de kril -base de la pirámide alimenticia de 9.000 especies en este océano y “capturador” de carbono de la atmosfera- para fines ¡cosméticos!, a la minería de fondo y prospecciones marinas, ahora hay que añadir los cruceros turísticos. Da que pensar, ¿no?

El actor y embajador antártico Javier Bardem trabajando a bordo del Arctic Sunrise, costa de la isla de Brabant, en el archipiélago de Palmer, en la Antártida.
El actor y embajador antártico Javier Bardem trabajando a bordo del Arctic Sunrise, costa de la isla de Brabant, en el archipiélago de Palmer, en la Antártida.

Día 3

A bordo del Arctic Sunrise, aquí en el mar de Weddell, la actividad comienza pronto. La primera noche de navegación ha sido tranquila, el mar nos ha mecido con suavidad colaborando con el sueño. El ronroneo del motor también ayudó. Pero con la diana empieza un movimiento febril pero exacto entre los tripulantes, científicos y voluntarios de Greenpeace. Todo se hace con precisión relojera y, como nos repiten varias veces, con la palabra seguridad siempre en mente. Como recién llegados, lo primero es un tour por todas las estaciones y procedimientos de seguridad a bordo. Tipos de alarmas, salvavidas, balsas, trajes especiales y salidas de emergencia hacia el punto de reunión en cubierta.

El objetivo primordial es bajar con los mini subs a unos fondos nunca vistos por el ojo humano, documentarlos, mostrar su increíble biodiversidad-¡hay tanta riqueza en corales aquí como en el Caribe!-y reforzar con datos la necesidad de proteger estas aguas, de hacer aquí el mayor santuario oceánico del planeta. Hablar con el equipo científico a bordo del Arctic Sunrise es sentir un fuego sagrado, ver la luz en los ojos de quien ama lo que hace y ama compartirlo con los que sabemos poco o nada de ello. Con pasión y una paciencia infinita. Y es que este es un rasgo común a cualquier barco de Greenpeace. Amor y entusiasmo por lo que se hace.

Los hermanos Javier y Carlos Bardem con Greenpeace en la Antártida
Los hermanos Javier y Carlos Bardem con Greenpeace en la Antártida

Día 4

Hoy desembarcamos. El protocolo de seguridad en los barcos de Greenpeace exige que en estas aguas gélidas, para cualquier desplazamiento entre el buque y la costa a bordo de las veloces zodiacs, vistamos unos “trajes secos”. Son engorrosos de poner y quitar, un buen ejercicio físico simplemente entrar y salir de ellos -pesan mucho y te mueves un poco como los pingüinos que vamos a visitar, te vuelves cómicamente torpe-, pero aumentan en unos minutos preciosos el margen de supervivencia en caso de caer al agua.

La proa de las dos lanchas enfilan hacia el fondo de la bahía de Orna, una de las muchas que hay en la península Antártica. Un paisaje dramático de glaciares que caen a pico sobre el mar y altas montañas de piedra negra. Glaciares que son paredes verticales de hielo como cortadas con un escoplo gigante. El muro de Game of Thrones, pero de verdad. Navegamos cortando un mar helado en el que flotan icebergs que según les da la luz pasan del blanco más puro a un azul añil que te hipnotiza, que te hace preguntarte cómo describirlo. ¿El azul más azul que he visto? Sí, quizás es así.

Ballena jorobada en Paradise Bay
Ballena jorobada en Paradise Bay

Día 5

Los días a bordo del Arctic Sunrise son apasionantes, enriquecedores. Esta es una campaña muy especial de Greenpeace, nos explica Mads Fisker, danés y encargado de las comunicaciones, porque aúna el activismo medio ambiental y la investigación científica de una manera exitosa. Muchos de los biólogos a bordo tienen un largo curriculum investigador en facultades y laboratorios, pero es ahora, a bordo de este barco y con la ayuda de lanchas, laboratorios equipados, drones y mini submarinos, cuando pueden realizar in situ investigaciones y búsquedas que llevaban tiempo diseñando.

Ayer salimos en zodiac y vimos unas trece ballenas jorobadas. El chorro que exhala la ballena azul por el agujero del lomo puede pasar de los diez metros de altura. Las de ayer también resoplaban bien alto y yo no puedo evitar pensar que, de algún modo, esos animales curiosos y extremadamente inteligentes saludaban a la gente que lucha por protegerlos.

Una ballena jorobada con una cría frente al barco Arctic Sunrise en Paradise Bay, en el archipiélago de Palmer, en la Península Antártica
Una ballena jorobada con una cría frente al barco Arctic Sunrise en Paradise Bay, en el archipiélago de Palmer, en la Península Antártica

Día 6

El desayuno en el mess room es el primer momento del día para compartir con los tripulantes del Arctic Sunrise. Momento de escuchar y empaparse de historias sorprendentes como siempre lo son las de la gente de la mar. Los piratas siempre prefieren abordarte a la hora de la siesta, siempre con buen sol, y todo se decide en los primeros cinco minutos. Si ahí no lo consiguen, desisten, nos cuenta Daniel Rizzotti, piloto de hielo del Arctic Sunrise, mientras sorbe su café. Su trabajo es guiar visualmente al barco cuando navega entre icebergs y témpanos de hielo. Lo hace desde una cofa en el punto más elevado del barco, una cabinita en un mástil a 35 metros sobre la cubierta, siempre en comunicación abierta con el puente de mando.

Los tres barcos de Greenpeace -el Rainbow Warrior III, el Esperanza y el Arctic Sunrise- patrullan constantemente los océanos y mares, los recorren como lo hacen las ballenas del Ártico al Antártico, del Mediterráneo al océano Pacífico. Las ballenas jorobadas migran hasta 10.000 kilómetros cada año hacia los lugares de alimentación de la Antártida. Lo hacen desde hace cientos de miles de años y lo único que amenaza este tránsito vital es el ser humano, siempre la causa de estos problemas, pero también la solución. Y en la avanzadilla de esta humanidad consciente y generosa están los valientes tripulantes de los barcos de Greenpeace.

Icebergs de hielo azul, tallados por el viento y el agua
Icebergs de hielo azul, tallados por el viento y el agua

Día 7

Las emociones se amontonan como sucede siempre al final de algo maravilloso, revelador, de un viaje que nunca olvidaremos ni Javier ni yo, único por lo que hemos visto y aprendido junto a una gente excepcional.

Hace pocas horas avistamos focas y ballenas navegando entre icebergs en Cierva Cove, nos quedamos boquiabiertos y sin palabras ante la belleza de descomunales castillos, naves y catedrales de hielo azul, tallados por el viento y el agua. Creo que nada nunca me ha conmovido tanto. Lo que he podido ver aquí sobrepasa cualquier otra cosa.

Los santuarios no solo protegen la biodiversidad, también aseguran la seguridad alimentaría a miles de millones de personas que dependen de los mares. Un océano sano es una de las mejores defensas contra el cambio climático. Si en octubre de 2018 no conseguimos entre todos crear el Santuario Antártico, perderemos también la oportunidad de creer en la buena gobernanza de los países para proteger los océanos. Hagamos que los políticos sientan la presión, que se sepan observados por millones de personas representadas por sus firmas. Hagamos que este sea el primero de muchos santuarios oceánicos, que siente un precedente jurídico internacional aplicable a muchos otros mares.

Aquí, en el océano Antártico nos estamos jugando el futuro. Ni más ni menos que el futuro de la humanidad. Y es que como hemos repetido estos días: no hay plan b porque no hay planeta b.

Texto: Carlos Bardem   Fotos: © Christian Åslund / Greenpeace