ESCASEZ DE AGUA: OPORTUNIDAD PARA LA TRANSICIÓN HIDROLÓGICA

El sociobiólogo Edward O. Wilson, en una entrevista para Harvard Magazine realizada en 2009, afirmó que seremos capaces de resolver las crisis del próximo siglo “si somos honestos e inteligentes”

También dijo que el verdadero problema de la humanidad es que “tenemos emociones del Paleolítico, instituciones medievales y tecnología propia de una divinidad”. “Y eso es terriblemente peligroso”, afirmó. Sería difícil resumir con más acierto la forma en que nos enfrentamos a la crisis hídrica actual y las resistencias existentes para llevar a cabo la ya urgente transición hidrológica.

Los indicadores de seguimiento de la sequía y de la escasez publicados por el MITERD constatan que, en el presente año hidrológico, el problema al que nos enfrentamos no es de sequía –está lloviendo con relativa normalidad–, sino de escasez resultado de demandas que exceden los recursos existentes, lo que deriva en una alta conflictividad socioterritorial por los recursos hídricos. Además, con embalses como los del Guadalquivir o el Guadiana
a poco más del 30% de su capacidad, y dadas las predicciones de precipitaciones para los tres próximos meses, sabemos que esta situación
se agravará al comenzar las campañas de riego y de turismo estival.

Todo ello nos indica que es precisamente en los aspectos socioinstitucionales del riesgo de sequía donde mayores esfuerzos deben realizarse, y que poco o nada resolverán medidas compensatorias, atenuantes y reactivas como las incorporadas en los decretos de sequía. Así, es necesario intervenir en las causas que hacen a nuestros sistemas más propensos a sufrir daños y menos capaces de adaptarse a un riesgo recurrente e intrínseco a nuestro clima. Entre estas causas –y más allá de las relacionadas con el deterioro o la sobreexplotación del agua–, deben aflorar cuestiones como la débil incorporación del cambio climático a la planificación hidrológica, el papel secundario e instrumental otorgado a la participación ciudadana, o la nula atención prestada a la percepción social del riesgo y al papel que deben tener la opinión y la deliberación públicas.

Como afirmaba Wilson, esta crisis puede resolverse si somos honestos  e inteligentes: honestos para reconocer que la transición hidrológica solo será posible si abordamos la necesaria reconversión de nuestro sector agrario, e inteligentes para entender que estamos ante una excelente oportunidad para realizar transformaciones institucionales profundas. Los barómetros ambientales nos aportan, entre otros, dos datos fundamentales: la construcción de grandes infraestructuras hidráulicas ha perdido el apoyo social mayoritario del que gozó años atrás, y la mayor parte de la población desconoce que el principal consumidor de agua es el regadío. Por tanto, pongamos el foco en los cambios observados en la sociedad, que podrían acompañar y acelerar el proceso de transición, y corrijamos la desinformación sobre cuestiones básicas relacionadas con los usos del agua. Solo así podremos abrir un debate público de calidad que nos permita avanzar en la búsqueda de estrategias de gestión preventivas y consensuadas, y aumentar la confianza de la sociedad en las instituciones, elemento imprescindible
para completar con éxito la transición hidrológica.

Texto: Pilar Paneque, catedrática de Geografía Humana de la Universidad Pablo de Olavide y responsable del Observatorio Ciudadano de la Sequía (@ObserCiudSequia).