Océanos
de esperanza

En septiembre han comenzado en la ONU las negociaciones para un gran Tratado Global de los Océanos. Un acuerdo histórico para proteger el hábitat más grande del planeta, amenazado por la sobrepesca, la contaminación y el calentamiento global.

© Will Rose / Greenpeace

El dato: Cada hora 11.000 tiburones mueren a manos de la industria pesquera

Los datos estremecen si los pensamos con reposo. Los océanos, esa masa azul que da color y alma al planeta, proporcionan la mitad del oxígeno que respiramos. La mitad del oxígeno. Sin los océanos, no podríamos sobrevivir. En esta fuente de vida, además, no solo hay agua. Son el hábitat más grande de la Tierra y albergan una maravillosa diversidad de vida salvaje, que va de las tortugas y las ballenas a los enigmáticos arrecifes de coral de agua fría y los jardines de esponjas de los fondos marinos. Los océanos son un milagro de vida amenazada seriamente por el cambio climático, por la sobrepesca descontrolada y por la contaminación global.

Las previsiones alertan de gigantescas áreas muertas que se expanden por el Pacífico, de aguas cada vez más calientes y en proceso de acidificación, de de miles de toneladas de plástico en el mar. Las razones son múltiples. La temperatura del planeta crece debido al cambio climático. Las aguas se acidifican y pierden carbono que liberan a la atmósfera y contribuyen a su vez al calentamiento global. Por su lado, los pesqueros industriales son capaces de llegar hoy a áreas que antes eran demasiado remotas y pescan en alta mar a profundidades de miles de metros. Además, los pesqueros modernos capturan con sus artes industriales animales marinos como las tortugas laúd o los delfines que pueden quedar atrapados en las redes y ahogarse. Esta pesca industrial es la principal amenaza emergente para los océanos mundiales.

La paradoja es que, aunque ocupan dos terceras partes de la superficie terrestre, hasta ahora solo el 1% de los océanos mundiales ha sido protegido. La mayoría de las leyes internacionales se han ocupado exclusivamente de la explotación de los océanos, no de su protección. Pero a pesar de las mala salud de las aguas, que pertenecen a toda la humanidad y todos tenemos la responsabilidad de proteger, los científicos sostienen que, si preservamos el 30% de los océanos para el año 2030, podríamos lograr una regeneración completa. Según los estudios, este 30% debería ser reservado inmediatamente como santuarios oceánicos completamente protegidos del impacto humano directo. Unas áreas marinas extensas y bien diseñadas serían capaces de capturar y guardar carbono, de restaurar los ecosistemas y, por tanto, ayudar a proteger la biodiversidad y contribuir a frenar el cambio climático.

Estamos ante un momento de esperanza. Por primera vez en la historia y después de mucha presión por parte de grupos como Greenpeace, los gobiernos han comenzado a negociar un acuerdo global de protección marina. Después de más de una década de discusiones preparatorias, los gobiernos de la ONU han resuelto dar un primer gran paso para el cambio. Se gesta así un gran Tratado Global de los Océanos que puede suponer una oportunidad definitiva para la protección de ese 30% de los océanos que los científicos consideran clave para su regeneración. Se espera que las conversaciones, que han comenzado este septiembre en Nueva York y durarán hasta 2020, configuren un nuevo y definitivo marco internacional para la protección de los mares y englobe no solo a la pesca, sino también a otros sectores extractivos como el petróleo y gas. Cuando se adopte, este tratado abrirá la puerta para la creación de una red global de santuarios oceánicos recogidos en un Tratado Mundial de los Océanos que deberá ser la futura ley internacional de preservación de los océanos. Los tiempos salvajes en las aguas internaciones tienen los días contados. Recuperar la salud de los océanos es hoy más posible que nunca.

Cuando se adopte, este tratado abrirá la puerta para la creación de una red global de santuarios oceánicos recogidos en un Tratado Mundial de los Océanos