¿Y esta gente, de dónde ha salido?

El anuncio del cierre de las dos últimas centrales térmicas pone fin a uno de los mayores causantes de la crisis climática.

30 de carbón en España © Greenpeace

Las térmicas de carbón echan el cierre en España

Tras el anuncio de fin de la quema de carbón en las centrales térmicas de Aboño y Soto de Ribera (Asturias), las únicas que no tenían planes de cierre en España, se pone fin a una oscura etapa de quema de carbón que ha acelerado el cambio climático y tenido consecuencias en la salud de las personas. Desde la primera incursión de Greenpeace en el Congreso – con las caras de los diputados y diputadas preguntándose de dónde habíamos salido – hasta el momento actual, cuando el futuro 100% renovable está cada vez más cerca, han pasado 30 años de protestas y victorias.

Eran tiempos en los que hablar de cambio climático era como hablar de ciencia ficción y en los que la energía renovable era algo “del futuro”.

30 años después de que Greenpeace iniciara su trabajo contra las térmicas en España, todo apunta a que la era de la quema de carbón para producir electricidad ha llegado a su fin. El anuncio por parte de la eléctrica portuguesa EDP de que iniciará la solicitud de cierre o cambio de actividad de las dos últimas plantas que faltaban por confirmar, supone todo un respiro para el clima y el medioambiente.

Pero el camino recorrido hasta aquí no ha sido sencillo. En la década de los años 90 del siglo pasado, la conciencia medioambiental de la sociedad y la clase política no estaba tan desarrollada como lo está hoy día, pero sí lo suficiente como para que ya Greenpeace acudiera al Congreso de los Diputados a explicar por qué no se debía aprobar el Plan Energético Nacional de aquel entonces, que promovía la construcción de numerosas centrales térmicas por todo el país.

“Cuando entramos en el Congreso en representación de Greenpeace, yo era el único hombre que no tenía corbata; llevaba, eso sí, una bufanda de lana que me había hecho mi abuela y una prominente barba”, recuerda José Luis García, hoy jefe del área de Energía y Cambio Climático de Greenpeace y entonces, como él dice, “hombre orquesta” pues hacía de todo en la aún pequeña organización ecologista. “Podía sentir miradas que nos escudriñaban y escuchar comentarios en voz baja entre algunos diputados como: ‘¿Y esa gente, de dónde ha salido?’, pero aun así, nos escucharon y vieron que nuestros argumentos se basaban en la ciencia y estoy seguro que removimos conciencias, de hecho, de toda la batería de térmicas de carbón proyectadas solo se llegó a construir la ampliación de Carboneras, en Almería”, recuerda José Luis.

Eran tiempos en los que hablar de cambio climático era como hablar de ciencia ficción y en los que la energía renovable era algo “del futuro”. Sin embargo, poco a poco se ha visto que detrás de la quema de carbón había un negocio con pocos escrúpulos. En principio se vendió como una forma de garantizar empleo en el sector minero y zonas rurales, a pesar de que la mayoría del carbón quemado era importado y el empleo generado poco. Y finalmente se ha visto que el negocio, además de ser tremendamente perjudicial para las personas y el planeta, estaba lejos de ser rentable sin subvenciones.

Muchas veces, como en una lucha de David contra Goliat, Greenpeace dio pasos que muchas personas consideraban una “locura”, como la denuncia que el abogado de la organización, José Manuel Marraco, interpuso en aquellos años 90 contra el presidente de Endesa porque la central térmica de Andorra (Teruel) provocaba lluvia ácida.

Esta campaña tan larga demuestra lo difícil que a veces es lograr avances medioambientales y los muchos esfuerzos que se requieren. Es necesario hacer ver a la ciudadanía el problema y concienciar a la clase política de que los intereses generales están por encima de los de un sector económico, y para ello Greenpeace, por ejemplo, ha realizado decenas de acciones de denuncia a lo largo de estos años, además de participar en conferencias, reuniones, realizar informes y no descansar hasta lograr el objetivo. En este trabajo han participado muchas personas que, como Raquel Montón primero o Tatiana Nuño ambas expertas en temas de energía que, han dado algo más que su tiempo y esfuerzo para llegar al día de hoy.

Durante mucho tiempo la voz de Greenpeace protestó en solitario, pero en los últimos años se han unido muchas más y, como la unión hace la fuerza, gracias a coaliciones como Un futuro sin carbón se ha logrado generar un gran frente social que ha hecho que la caída de las térmicas haya sido inevitable.

Y al bajar el cierre, comienza también una de las partes donde habitualmente las eléctricas terminan de mostrar todas sus cartas: el futuro de las plantillas. El modelo de transición por el que ha apostado Greenpeace siempre ha tenido en cuenta a las personas afectadas. No así las grandes eléctricas que, a pesar de que a menudo fueran las propias personas empleadas y sus familias quienes más defendieron la actividad a capa y espada,  es habitual que cuando las empresas deciden marcharse, pierdan sus complejos y abandonen a su suerte a quienes durante años les hicieron enriquecerse: las acciones de una empresa no tienen rostro humano, pero la sociedad sí tiene memoria.

Gracias a coaliciones como ´Un futuro sin carbón´ se ha logrado generar un gran frente social que ha hecho que la caída de las térmicas haya sido inevitable.

Texto: Conrado García del Vado