Sin hielo no hay pingüinos

El cambio climático es implacable. La Antártida acaba de experimentar el enero más cálido desde que se tienen registros. El hielo está desapareciendo del continente helado y con él también lo hace la fauna.

 Pingüinos reales en la Antártida © Markus Mauthe / Greenpeace

El equipo científico que acompaña a greenpeace acaba de certificar la desaparición de buena parte de los pingüinos en una isla de la antártida

Ese mar de azul profundo donde el hielo guiña al corazón en múltiples tonos de blancos y azules y en el que suenan los sonidos poéticos de los pingüinos tampoco es eterno. El cambio climático se nota hasta en los lugares más recónditos del planeta. El avance es imparable. Implacable. La paz mineral de la Antártida se torna en drama silencioso. El hielo ya no cruje si no es para desaparecer en forma de desprendimiento estrepitoso primero y de flotante iceberg después. Los pingüinos barbijo, una de las especias más desconocidas que habitan las islas y costas del Pacífico Sur y el océano Antártico, llamados así por la estrecha banda negra bajo sus cabezas, están desapareciendo. Así lo ha confirmado el equipo científico que acompaña a Greenpeace en la Antártida, dentro de su expedición “De Polo a Polo”. Las colonias de estos pingüinos en las áreas estudiadas en el continente helado han pasado de 122.550 parejas reproductoras a 52.786 en los últimos 50 años.
En los muestreos de la Isla Elefante, donde se han analizado 35 colonias de pingüinos barbijo, las conclusiones son demoledoras: una media de casi un 60% de reducción de las colonias -en algunas de hasta un 77%, tomando como referencia el último conteo en 1971.

Las colonias de pingüinos barbijo se han reducido un 60% desde 1971

El pasado mes de febrero la Antártida alcanzó los 20 grados de máxima por primera vez en su historia, según las mediciones de la base argentina Esperanza. El récord anterior, de 18,3 grados, había sido fijado tan solo unos días antes. El planeta sigue dando señales de alarma mientras continúa el turismo depredador, la producción sin control, la fiesta de combustibles fósiles. La desoladora desaparición de las colonias de pingüinos no es un drama aislado, sino parte de la gran tragedia. Debemos frenar la sexta extinción masiva de especies y, con ella, la posibilidad de sobrevivir del ser humano. Es vital que la ONU apruebe un Tratado Global de los Océanos que protegería, al menos, el 30% de los mares del planeta para 2030. Esa primavera silenciosa de la que hablaba Rachel Carson, pionera del conservacionismo, en la que un buen día dejemos de escuchar “ni el más leve sonido de cantos de pájaros”, cuando el ser humano comprenda la magnitud de su poder autodestructor.

La Antártida va camino de ser un continente silencioso, sin hielo y sin vida. “Estas significativas disminuciones sugieren que el ecosistema del océano Austral ha cambiado especialmente en el último medio siglo y que este cambio está afectando a la cadena alimentaria de especies como los pingüinos barbijo. Todas las pruebas que tenemos apuntan al cambio climático como responsable de las alteraciones que estamos viendo”, señala la Dra. Heather J. Lynch, investigadora principal de la expedición y catedrática de Ecología y Evolución de la Universidad de Stony Brook de Nueva York. La evidencia es dramática: deshielo y extinción. Como señala tajante Pilar Marcos, bióloga marina de Greenpeace: “Un mundo con menos pingüinos es un lugar peor”.

Texto: Carlos Risco   Fotos: Markus Mauthe