Habla una superviviente de Chernóbil

Una víctima del accidente nuclear de Chernóbil revive, a través de la nueva serie televisiva, toda su experiencia en aquel mayo de 1986 cuando se desató la catástrofe que marcaría el final del siglo XX

«No os miento si os digo que, tras ver la serie sobre la catástrofe de Chernóbil, he regresado a hace 33 años. He vuelto a ser aquella niña de 12 años que, en la noche del 26 de abril, se despertó por el ruido de los camiones pasando por delante de nuestra casa. Camiones que se dirigían hacia un infierno. Un infierno que muchos hemos vuelto a revivir y otros han comenzado a comprender.
Por entonces nunca nos habíamos planteado los peligros y amenazas que tenía la energía nuclear. Y creo que aún son muchos los que ni se imaginan el desastre que puede causar. En nuestro caso, el Gobierno no nos dijo nada durante días. Vimos cómo autobuses llenos de gente salían en dirección contraria de la central. Los estaban evacuando y yo, mientras tanto, estaba montando en bicicleta por mi aldea. Pasaron muchos días hasta que nos empezaron a suministrar pastillas de yodo, aunque nadie nos explicó para qué eran. También recomendaron que cerrásemos todo: ventanas, pozos, puertas. Hasta pasado un tiempo no entendimos que todo estaba contaminado.
Aún así, todos mis vecinos han tenido en sus familias enfermos de cáncer. Y muchos ya han fallecido, como mi primo quién murió a causa de un cáncer de sangre por trabajar en la central como bombero. A día de hoy tanto mi hermana como yo tenemos cáncer de tiroides, y estoy convencida que todo ha sido a causa de la radiación del accidente.
Chernóbil ha sido un antes y un después. Hemos pasado de pensar que la energía nuclear es segura a que te puede quitar la vida. Y espero que quienes vean esta serie también cambien su forma de ver la energía nuclear. Esto no puede volver a repetirse, por aquellos liquidadores y por los todos enfermos a causa de aquella catástrofe. Estoy segura de que necesitamos terminar con la energía nuclear.»

Texto: Svieta Volochay   Fotos: Carlos Mesa