El Arctic Sunrise, la resistencia ante la pesca indiscriminada

La pesca indiscriminada es uno de los peligros que amenazan los océanos. Si acabamos con la fauna marina, las aguas perderán su capacidad regeneradora y desapareceremos, porque de ellas proviene el 50% del oxígeno que respiramos. Cualquier cosa que podamos hacer para protegerlas es más que necesaria y, por eso, Greenpeace se ha lanzado al mar una vez más: para defender nuestros preciados mares y océanos.

El pasado 8 de julio, el Arctic Sunrise zarpaba de las Azores rumbo al Atlántico norte para denunciar la pesca indiscriminada de especies que realizan los palangreros. El palangre es un arte de pesca que utiliza un largo cordel (de hasta más de 100 kilómetros) del que cuelgan cientos o miles de anzuelos. A priori, su objetivo en esta zona era capturar peces espada, pero Greenpeace ha demostrado, en informes previos y de nuevo ahora, que estos barcos están pescando otras especies y faenan incluso en áreas marinas protegidas. 

El primer reto era encontrar las embarcaciones en la inmensidad del océano y, una vez localizadas, acudir a las boyas que marcan el extremo del palangre, para tirar de él y revisar su pesca. Es una tarea nada sencilla en un mar en constante movimiento y con escasa visibilidad.

Aun así, Greenpeace consiguió dar con varios de estos barcos, de los que retiró más de 30 kilómetros de palangre y 280 anzuelos. Tal y como se sospechaba, algunos de estos barcos estaban pescando en áreas protegidas y, junto a los peces espada, también estaban capturando todo lo que picara: doradas, barracudas, lanzas e incluso tiburones. Y lo que es peor aún: como pudimos comprobar, eran tiburones juveniles o inmaduros, lo que dificulta la supervivencia de la especie.

Una vez constatado y registrado, Greenpeace liberó a todos los animales capturados, siguiendo protocolos muy cuidadosos para su protección.

No fue una expedición fácil. Los palangreros cambiaban constantemente de ubicación y la meteorología complicó, no pocas veces, la navegación. Liberar manualmente especies salvajes también supone un reto enorme. Que Greenpeace siga consiguiéndolo da fuerza para continuar batallando. Falta hace.

Menos del 1% de los océanos globales están protegidos. Es un porcentaje irrisorio teniendo en cuenta que hablamos de dos tercios del planeta. No existen normas y, cuando las hay, nadie supervisa su cumplimiento. A la luz del insuficiente compromiso de los Gobiernos, la comunidad científica sigue pidiendo la protección de al menos un 30% de la superficie oceánica, con el fin de contribuir a la regeneración de los ecosistemas marinos. Aún no se ha conseguido el Tratado Global, pero Greenpeace seguirá trabajando hasta que sea un hecho. Nos va la vida en ello. 

En primera persona: Laura Chinchetru, a bordo de la expedición del Arctic Sunrise


Nada más subir a bordo, el capitán hace un brindis marinero: derrama un poco de licor sobre la cubierta y otro tanto por la borda, antes de dar el primer sorbo. Dicen que así el barco y el mar también brindan por la travesía. Tengas o no supersticiones, no está de más que la suerte te acompañe al cruzar un océano tan prodigioso como indomable.

Viajar en un barco de Greenpeace es un regalo: profesionalmente, porque te rodeas de quienes hacen posible lo que parece, al menos, improbable; personalmente, por la admiración de su compromiso a cualquier precio.

Hay un lema no escrito que dice que, “en los barcos de Greenpeace, no hay invitados, solo tripulación”. Así que, a bordo, trabajamos haciendo un poco de todo, flanqueados por ballenas, pardelas y delfines, con los que compartimos olas y horizonte. ¿Cómo no desear proteger algo así? Y no solo eso: acabar con ecosistemas como este será,
a la vez, nuestra sentencia de muerte. Somos la única especie tan estúpida como para no entenderlo.

Con esta expedición, además de liberar ejemplares capturados, hemos demostrado que hay pesqueros faenando en áreas protegidas y que pescan especies indiscriminadamente. Una prueba más de la necesidad de poner orden en el sindiós de los océanos.

Antes de desembarcar (cuesta hacerlo, se nos ha metido el mar dentro), nos reunimos para hacer una foto de familia. Porque ya lo somos.

Seguiremos.

Gracias por hacerlo posible.

 

Texto: Laura Chinchetru   Fotos: Pedro Armestre