Acabemos con los combustibles fósiles, acabemos con las guerras
El conflicto armado en el este de Europa ha evidenciado que la dependencia del gas, el petróleo y el carbón no solo pone en peligro el medio ambiente, sino también la paz mundial. Los combustibles fósiles que financian guerras y la amenaza de un desastre nuclear dejan clara la solución: apostar por las fuentes de energía renovable.
El pasado 24 de febrero estalló la guerra en Ucrania, un conflicto que no se puede entender sin hablar de los combustibles fósiles. Aunque esta vez la disputa no sea por el control del gas, el petróleo o el carbón, son estos los que están financiando la guerra y, además, se han convertido en un arma de presión política y económica que evidencia lo mucho que dependemos de ellos. Y es que, según los últimos datos de Eurostat (la Oficina Europea de Estadística), la Unión Europea importa de Rusia el 26,9% de su petróleo y el 46,7% de su carbón. El gas no es una excepción: el 45,3% del que consume la UE depende de Moscú y se transporta mediante los gasoductos que pasan por Ucrania.
“Se trata de Ucrania, pero también de Europa: somos demasiado dependientes de Rusia en materia energética”, reconoció el vicepresidente de la Comisión Europea Frans Timmermans. La suma de dependencia e inestabilidad ha provocado un alza de precios nunca vista en Europa: la gasolina ha superado en diversas ocasiones la barrera simbólica de los 2 euros y el megavatio hora cuesta una media de 540 euros (con picos de hasta 700), cuando la media de los últimos años ha sido de 40 euros.
Este incremento de precios, que aumentará los beneficios de las empresas mientras pone en grave riesgo de pobreza a millones de personas, es una prueba más de que “los combustibles fósiles están detrás de la crisis climática, pero también fomentan la corrupción y los conflictos bélicos”, tal como asegura la directora de Greenpeace España, Eva Saldaña. Hace años que nuestra organización alza la voz para acabar con los combustibles fósiles.
“La comunidad internacional debe hacer todo lo que esté a su alcance para llegar a un final rápido y pacífico de la contienda, aumentando las sanciones contra los grandes oligarcas, que son los que se benefician del sistema –asegura Saldaña–. Son ellos, y no el pueblo ruso, quienes están detrás de la guerra que se desarrolla ahora”.
Guerra para unos, beneficios enormes para otros
Esta vez, parece que la Unión Europea sí está reaccionando. Ante la grave crisis económica y de suministro que se avecina, Bruselas ya ha anunciado que prevé reducir la dependencia del gas ruso en un 66% en un año y optimizar el uso de las energías renovables y del coche eléctrico. Mientras tanto, para hacer frente a los ingentes beneficios de la industria energética, la UE ha autorizado a España y a Portugal a intervenir el mercado y poner un tope al precio del gas. Cabe recordar que gran parte de la electricidad que consumimos se genera gracias al gas, como ya explicamos en la revista GPM39.
También debe tenerse en cuenta que, tal y como está diseñado el sistema de subasta de la electricidad, el precio está marcado por la energía más cara de fabricar. Así, debido a los altos precios del gas, es este combustible fósil el que determina a cuánto pagamos el megavatio. Por eso, aunque la gran mayoría de nuestra electricidad proviniera de fuentes renovables, mientras haya una sola parte de ella generada mediante el gas, la influencia de este último continuará siendo enorme. Y a pesar de las medidas que puedan tomar los Gobiernos, también seguirá habiendo ingentes beneficios para las empresas, que no tienen ningún interés en acabar con la industria fósil. Es imprescindible poner fin de una vez por todas a estos combustibles que financian guerras y agravan la crisis medioambiental. Nuestra dependencia alimenta los conflictos armados.
Bajo amenaza nuclear
Además de los estragos que causan los combustibles fósiles, otro de los puntos clave que ha puesto de manifiesto la guerra de Ucrania es el riesgo que supone la energía nuclear. A los pocos días
de empezar el conflicto, conocíamos el ataque de las tropas rusas contra la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa y una de las quince que hay en el país. Ya fuera accidental o deliberado, las consecuencias de un bombardeo sobre esta instalación podrían ser catastróficas, mucho peores que las de Fukushima (la central japonesa afectada por el terremoto de 2011); gran parte del continente europeo quedaría inhabitable durante décadas.
“Por primera vez, se está librando una guerra importante en un país con reactores nucleares y miles de toneladas de combustible altamente radiactivo, y esta es una razón más por la que se debe cesar de inmediato la guerra”, ha señalado Jan Vande Putte, coautor de un análisis de riesgos elaborado recientemente por Greenpeace. A la luz de estos hechos, se hace más evidente que nunca que las energías renovables son la única opción que garantiza un futuro verde y en paz para nuestro planeta.
Texto: Sandra Vicente, periodista Fotos: Pablo Blázquez