Así intervenimos
Luís Ferreirim explica los pasos de la respuesta de Greenpeace a ecocidios como el de la macrogranja de Caparroso. Experiencia en el terreno no nos falta. Contamos con personas capacitadas, estructura y métodos de trabajo efectivos.
- Colaboración. Suele pasar desapercibida en este tipo de actuaciones, pero la contribución de las entidades locales es fundamental. Con ellas forjamos redes de confianza muy sólidas y duraderas. Son quienes mejor conocen el problema, el territorio y a los “piratas medioambientales”, como me gusta llamarlos. Para que una intervención como la de la macrogranja tenga éxito, hay que escuchar a estas organizaciones y dejarse guiar por ellas. Es lo primero que hacemos.
- Documentación. Lo segundo es tener un equipo cualificado y la tecnología necesaria para documentar los atentados ambientales in situ. En el de la macrogranja, la Unidad Científica de Greenpeace, que se encuentra en Exeter (Reino Unido), nos proporcionó un dispositivo de análisis de la contaminación del agua por nitratos. También nos enseñaron a usarlo. Una de las máximas de nuestra organización es que estas comprobaciones sean lo más rigurosas posible. Por ello, es vital recabar el máximo de información posible y comprobar todo lo que nos llega.
- Registro gráfico. Ser testigos de atentados ambientales no tiene ningún sentido si no disponemos de imágenes para denunciarlos ante la opinión pública. Bien que lo sabían las personas que fundaron Greenpeace. Por eso, en nuestro equipo hay especialistas en comunicación, además de excelentes fotógrafos y cámaras. Siempre nos acompañan en nuestras intervenciones.
- Seguimiento. Después del trabajo en el terreno y la denuncia, llevamos a cabo una minuciosa labor de seguimiento de cada actuación. Es esencial para cumplir el objetivo de nuestras campañas: lograr cambios que nos permitan, a las personas y a los demás seres vivos, compartir un mundo mejor.
Estamos a tiempo
Las cosas cambian cuando los gobiernos plasman el ímpetu ciudadano en leyes efectivas. En este caso, el clamor contra el cambio climático puede ser el mejor aliado para detener tanto la ampliación de la macrogranja de Caparroso como el proyecto salvaje de Noviercas. En Greenpeace vamos más allá y exigimos el fin de la ganadería industrial.
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- Protección jurídica. El Congreso está tramitando dos leyes que podrían impedir las explotaciones ganaderas intensivas. Si es ambiciosa, la de Cambio Climático y Transición Energética limitará considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero en todos los sectores. También acaba de presentarse la modificación del Real Decreto que protege las aguas de la contaminación por nitratos. Greenpeace va a pedir una disminución de al menos un 50% de la emisión de nitratos en 2030, lo que solo es posible si se reduce el número de animales en las instalaciones intensivas.
- Toque de atención. La Comisión Europea tiene abierto un procedimiento de infracción contra España por incumplimiento de la Directiva de Nitratos. Además, recomienda hacer frente a las emisiones contaminantes de las instalaciones de cría intensiva de cerdos y aves de corral. Habría que añadir las de vacuno, que escapan a este control al no estar obligadas a declarar sus emisiones. Pero aún más importante es que la UE cambie la Política Agraria Común, ya que fomenta un modelo agroindustrial muy perjudicial para el medio ambiente que, lejos de frenar la hemorragia rural, la ha agravado.
- Avances locales. El Gobierno de Navarra se ha comprometido recientemente a cambiar su Ley de Sanidad Animal. Y coincidiendo con la denuncia de Greenpeace, los ayuntamientos de Marcilla y Villafranca han pedido vigilar de cerca a Valle de Odieta y obligarla a cumplir la normativa. Las administraciones locales están reaccionando. Poner coto a las macrogranjas es el primer paso. El siguiente, reducir la cabaña explotada en intensivo y favorecer la ganadería ecológica y extensiva. Pero también depende de nuestra elección individual. Tenemos que consumir menos alimentos de origen animal y recuperar la dieta mediterránea tradicional, en la que predominan los de origen vegetal.
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Que no te vengan con cuentos
Seguro que has escuchado o leído las supuestas bondades de la ganadería industrial. Que si genera muchos puestos de trabajo, que si beneficia a la España rural, que si no hay alternativa… ¡Falso! La justificación económica de las macrogranjas es una falacia. También la social. Te damos tres argumentos para rebatirlas.
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- Las macrogranjas destruyen muchísimo más empleo del que generan. Según la empresa Valle de Odieta, la de Noviercas crearía unos 200 puestos de trabajo, pero la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos alerta de que eliminaría 432 explotaciones ganaderas y 726 empleos directos. La razón es la alta mecanización de la ganadería industrial. Otro dato revelador: se estima que, por cada 5.000 cerdos, tan solo se crea un puesto de trabajo.Entre 2004 y 2016, ha disminuido un 27% el número total de granjas agrícolas en España tras desaparecer por completo las granjas más pequeñas e incrementarse un 96% el número de las grandes explotaciones.
- Nuestros pueblos merecen que se les diga la verdad. Si muchos están tocados de muerte, se debe a unas políticas estructurales nefastas o directamente inexistentes. La promesa de la revitalización económica no es más que un ardid con el que la industria ganadera intenta aprovecharse de la desesperación de alcaldes y alcaldesas. Lo cierto es que las macrogranjas hipotecan el futuro de los pueblos. La contaminación del agua es la principal herencia envenenada que dejan. Y sin agua limpia, adiós a los pueblos.
- Sí hay alternativa. Y lo exige la ciudadanía: actividades y productos respetuosos con el medio ambiente y la salud, reconectar con el mundo rural y tener una vida armoniosa con la naturaleza. ¿Cómo hacerlo realidad? La emergencia ecológica y sanitaria constituye una gran oportunidad para reconciliarnos con el planeta. Es algo que no comprende la clase política y empresarial que sigue fomentando un modelo destructivo. No tienen ni altura de miras ni futuro, pero nos están robando el nuestro y el de los demás seres vivos. Desde Greenpeace hemos lanzado una propuesta para darle la vuelta al sistema: invertir el 4,8% del PIB en la transformación verde y justa de la economía.
Texto: Javier Moncayo