10 años de Fukushima

El 11 de marzo de 2011, la tierra tembló en Japón y un tsunami desencadenó el peor accidente nuclear desde Chernóbil.

Equipos de Greenpeace Japón miden los niveles de radiación en la prefectura de Fukushima, noviembre de 2020
Tras el accidente nuclear de Fukushima, un equipo de expertos de Greenpeace se desplazó rápidamente al noreste de Japón para medir la radiación emitida por la central. Desde entonces, hemos realizado 32 investigaciones.

 

Diez años después de la catástrofe de Fukushima, el 85% de los 840 kilómetros que el Gobierno quiere descontaminar tiene niveles de radiación muy altos. Nuestros informes alertan de que la población de muchas zonas está sometida a niveles de radiación superiores a los contemplados por el plande descontaminación del Gobierno japonés. Es más, están muy por encima de los recomendados por la Comisión Internacional de Protección Radiológica, lo que aumenta el riesgo de cáncer, entre otras patologías.

 

Como todavía hay que refrigerar los reactores accidentados, se ha acumulado una cantidad de agua contaminada equivalente a 500 piscinas olímpicas (1,23 millones de toneladas). Y el Gobierno quiere verter toda esa agua, que contiene isótopos radiactivos, en el océano Pacífico.

 

 

Por si fuera poco, no se va a poder desmantelar la central en los próximos 30 o 40 años. Es materialmente imposible. A estas alturas, no queda otra que reconocer lo obvio: la planta es un almacén de residuos nucleares. “Un accidente nuclear tiene principio, pero no fin”, recuerda Raquel Montón, responsable de Energía deGreenpeace España. “Y, aun sabiéndolo, en España se están prorrogando las licencias nucleares sin tener en cuenta su impacto ambiental, que además nunca se ha evaluado adecuadamente”.

Por ejemplo, a la central cacereña de Almaraz, que cumplió 40 años en 2020, se le ha renovado la licencia hasta 2028.Y eso que aún no ha implementado las nuevas medidas propuestas tras Fukushima. Todo lo contrario. Un mes después del desastre en Japón, Almaraz aumentó la potencia de la unidad dos, comprometiendo así la seguridad de la planta.

 

El pasado 11 de marzo, compañeros de Greenpeace cortaron la carretera de acceso a la central de Cofrentes, en Valencia, para pedir su cierre definitivo y que no haya más Fukushimas.
Corte de carretera en la central de Cofrentes, Valencia © Pedro Armestre / Greenpeace

 

 

Texto: Graciela Rodríguez   Fotos: Jeremy Sutton-Hibbert, Christian Aslund / Greenpeace