Fukushima en primera persona
“Nunca más”, decimos pasada una catástrofe. Pero el accidente nuclear de Fukushima dista de haberse acabado.
Su sombra persigue a Japón y sus habitantes desde hace diez años y seguirá haciéndolo durante mucho tiempo. Estos supervivientes conforman un retrato de las secuelas del desastre. Sus historias no deberían resultarnos ajenas, pues podrían ser las nuestras. Lo menos que podemos hacer es tenerlas presentes.
Mizue Kanno tuvo que decir adiós a su vida en la zona contaminada de Namie. Avisa de que habrá más desastres nucleares.
Norio Kimura abandonó su pueblo, Okuma, tras perder a su padre y su mujer. Diez años después, sigue buscando a su hija pequeña.
Tatsuko Okawara ha reconstruido su negocio de agricultura sostenible tras el desastre. Todo un ejemplo de resiliencia.
Mari Suzuki ha formado un grupo de teatro en Fukushima. Sus obras pretenden concienciar sobre la realidad de los supervivientes.
Akiko Morimatsu es una madre de Koriyama que lucha por los derechos humanos de los evacuados.
Haruo Ono pertenece a una familia de pescadores. Teme por el futuro del sector debido a la contaminación del mar.
Kaori Suzuki ha fundado, con la ayuda de algunas madres de Fukushima, un laboratorio para detectar casos de radiación.
Ruiko Muto, veterana activista antinuclear, ha presentado una demanda civil contra Tepco, la empresa propietaria de la central de Fukushima.
Minoru Ikeda trabaja en la descontaminación de la zona. Le asombra la falta de seguridad que sufren las cuadrillas de limpieza.
Kenta Santo ha sido nombrado concejal para reconstruir su pueblo, Iiate, que resultó muy contaminado.
Mai Suzuki, asesora de seguridad, recaba datos de los niveles de radiación en Fukushima desde el accidente.
Toru Anzai tuvo que demoler la casa de su familia en Iitate, la ciudad que tanto amaba y que jamás volverá a ser la misma.
Texto: Graciela Rodríguez Fotos: Christian Aslund, Yuki Iwanami, Noriko Hayashi, Kosuke Okahara, Daniel Muller y Masaya Noda / Greenpeace