“No podemos seguir así”
Hablamos con el jefe del departamento de Epidemiología y Bioestadística del Instituto de Salud Carlos III sobre contaminación química y acústica
La mortandaz relacionada con la contaminación es el último eslabón de la cadena pero hay muchos otros problemas médicos”
Cuando el doctor Julio Díaz Jiménez presentó su primer informe sobre los problemas de salud provocados por el tráfico, le dijeron que este tipo de trabajos eran “para tenerlos guardados en un cajón y lo único que hacían era meter miedo”. Hoy, después de 23 años y decenas de estudios, es el referente médico en este tema y ya nadie duda de sus advertencias sobre los peligros de la contaminación. Sin embargo, asegura, no se hace lo suficiente para evitarlos.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de contaminación atmosférica? El término habitual solamente se refiere a la parte química. Sin embargo, su propia definición dice que es la presencia en la atmósfera de sustancias o formas de energía. Por lo tanto, el ruido, que es una contaminación física, también es contaminación atmosférica. En el caso de Madrid la contaminación química y la acústica tienen un origen común: el tráfico rodado.
Usted ha estudiado en profundidad los efectos de la contaminación atmosférica en la salud, ¿cuáles son? La idea general es que provoca problemas respiratorios pero lo que no se sabe es que produce muchas más cosas. Estudios recientes la relacionan con ansiedad, depresión, enfermedades como Parkinson, demencia, Alzheimer… También bajo peso al nacer, partos prematuros, autismo en niños, déficit neurológico… Hay un abanico de enfermedades que la contaminación, la química, está produciendo… No solamente es la mortalidad, que es el último eslabón de una cadena. En Europa se está hablando de unos siete meses de vida perdidos por cada una de las personas que estamos expuestas.
El tráfico rodado es el origen de la contaminación química y acústica
¿Y la contaminación acústica? Es todavía más complejo porque la ventaja que tiene la contaminación química, si se puede hablar de ventaja, es que se ve. Pero la acústica no. Entonces parece que no existe. La gente cuando hablas de contaminación acústica, de ruido, siempre te dice lo mismo: irritabilidad, problemas para dormir… Pero muy poca gente sabe que la contaminación acústica se está relacionando con mortalidad por enfermedades respiratorias, cardiovasculares, diabetes, está detrás de partos prematuros, mortalidad fetal, bajo peso al nacer…
Pero siempre se dice que al ruido terminas por acostumbrate, ¿no? El problema es que uno piensa que se habitúa y no lo haces. Porque aunque tú lo hagas, tu organismo no. Es como una agresión. Entonces tú lo que haces es prepararte, aumentando el ritmo cardíaco, con más glucosa, adrenalina, cortisol… Tu sistema inmune está deprimido y por lo tanto una infección que podías controlar ya no puedes. Ese sería el mecanismo mediante el cual, por ejemplo, aumentan las neumonías en niños.
¿Las poblaciones más vulnerables, como menores, están también más expuestas a la contaminación acústica? Sí, hay estudios que demuestran que los niños que están en escuelas próximas a carreteras tienen mayor déficit de atención, que influye en su desarrollo cognitivo. Establece que por encima de 65 dB no se pueden realizar tareas complejas. Entonces si estás en las proximidades de una calle que tiene 70 dB pues el impacto sobre esos menores es importante. Por ello, los centros de especial protección deben ser los colegios, los hospitales, por supuesto y las residencias geriátricas.
¿Cree que se es consciente de este problema? ¿Se están tomando las medidas necesarias? Lo que se está haciendo es para cumplir la ley. No son medidas estructurales que realmente protegen la salud. Éstas deberían ser: cierre al tráfico en determinados lugares; disminuir la velocidad. Se ha avanzado, sí, pero nos queda mucho por recorrer. No podemos estar a expensas de que sople el viento o que haya una precipitación para no tener problemas de contaminación. No podemos seguir así.
Texto: Marta San Román Fotos: © Pablo Blázquez