El último informe del panel internacional de especialistas en biodiversidad y servicios ecosistémicos de la ONU (IPBES) revela un preocupante dato que ha hecho que toda la atención mediática se centre en una cifra: Un millón de especies están al borde de la extinción, el peor dato de la historia.
El estudio señala que la depredadora actividad humana está detrás del problema: cambios de usos del suelo, explotación de los recursos, emisiones de gases y los elevados niveles de consumo. La destrucción de la naturaleza es tan grave como el cambio climático y están estrechamente relacionados. Lo “positivo” es que las soluciones para un problema pueden contribuir a paliar el otro y están en manos de quienes los causan: las personas.
La apreciada playa de El Palmar, en la provincia de Cádiz, sigue muy de moda y su atractivo no escapa a quienes miran la naturaleza con ojos de euros y hormigón. El proyecto urbanístico-hotelero Malcucaña es toda una operación especulativa surgida al calor de la burbuja inmobiliaria de la década pasada y supone una de las últimas grandes amenazas de esta playa que sufriría un aumento de la presión humana, con 1.500 plazas hoteleras que ocuparían 130.000 metros cuadrados de este entorno litoral.
Este espacio se encuentra en la única parcela de la playa de El Palmar que queda sin urbanizar y es de los más valiosos medioambientalmente de la costa mediterránea, por ello debería ser conservado a toda costa.
Las nucleares
no son un juego
Los accidentes nucleares, por desgracia, ocurren. Recientemente se ha cumplido el 40 aniversario del primero de los más graves: el de Three Mile Island, Harrisburg, en el Estado de Pensilvania (EE.UU). A pesar de los intentos de la industria por ocultar su gravedad, diferentes estudios independientes sostienen que existió y existe un aumento claro en los casos de cáncer y leucemia en la zona cercana a la central.
Lejos de querer aprender la lección, estos meses en España se habla de prolongar la vida útil de los reactores nucleares a gusto de las empresas que los operan y se lucran con ellos poniendo en peligro a la ciudadanía y al medio ambiente mientras el Gobierno y el CSN miran para otro lado.
A finales de marzo se cumplió el cuarto aniversario del comienzo del conflicto del Yemen y desde entonces no han cesado los bombardeos y ataques sobre la población civil, lo que ha llevado a la ONU a considerarlo la crisis humanitaria más grave del momento, con cerca de 18.000 personas fallecidas o heridas y con 14 millones que sufren inseguridad alimentaria.
Para que esto no caiga en el olvido y llamar la atención del Gobierno de España, Amnistía Internacional, Oxfam Intermón, Fundipau, Save The Children y Greenpeace recordaron la fecha instalando un contador que numeraba a las víctimas y los miles de euros en armas cuya venta el Gobierno ha autorizado a la coalición liderada por Arabia Saudí en el conflicto.
El movimiento de jóvenes por el clima no deja de crecer y cada vez son más los colectivos que se suman a la iniciativa mundial que nació con las silenciosas protestas de la joven estudiante sueca Greta Thunberg. Ahora también cuentan con el apoyo de tanto madres como padres y del profesorado de muchos centros educativos.
Cada viernes miles de jóvenes se concentran en diferentes lugares del mundo y, por ejemplo, el pasado 15 de marzo más de un millón y medio de personas salieron a la calle en 126 países (46.300 personas en España) para recordar tanto a gobiernos como empresas que su generación será la que herede el planeta y que es su responsabilidad no destruirlo.
Activistas de Greenpeace devolvieron simbólicamente a Nestlé algunos de los millones de plásticos que la multinacional de la alimentación genera. Lo hicieron llevando a su sede global en Vevey (Suiza) un monstruo de 20 metros de altura hecho con envoltorios de sus productos.
Nestlé parece no darse por aludida, pero ha sido identificada como una de las tres marcas más contaminantes del mundo tanto por la cantidad de plástico que usa cada año, como por la frecuencia con que sus envases aparecen en el medioambiente. Solo en 2018, Nestlé produjo 1,7 millones de toneladas de envases de plástico desechable, un 13% más que el año anterior y que equivaldría a más de 300 camiones de basura por día durante ese año.
El 22 de marzo es el Día Mundial del Agua y este año la ONU utilizó el lema “no dejar a nadie atrás”. A pesar de que el acceso al agua es un derecho fundamental reconocido por la ONU, 4.000 millones de personas padecen escasez grave de agua durante al menos un mes al año.
Sin llegar a las cotas de otros países, en España el agua sigue siendo fuente de numerosos conflictos, auspiciados en ocasiones por la mala gestión política, como en el trasvase Tajo-Segura, o por la ausencia de control de los más de un millón de pozos ilegales del país. Según las estimaciones científicas, el problema de la escasez irá a más con el cambio climático por lo que es necesario afrontar el problema ahora y no lamentarse mañana.
Con el verano llegan ¡los campamentos de Greenpeace!. Una actividad donde niños, niñas, jóvenes y familias se sumergen en las campañas y principios de la organización disfrutando de entornos únicos.
El voluntariado participa como monitores y monitoras acompañantes, otra manera de colaborar dedicando parte de sus vacaciones (y mucho tiempo previo de preparación) para enseñar y transmitir el cuidado y el respeto al planeta, su experiencia en Greenpeace y los valores que comparten.
El resultado es que cada turno es un éxito; tanto, que buena parte de esos “monis” y voluntas de la red, han sido antes “niños y niñas campas” que ahora continúan su labor devolviendo lo aprendido por el camino.
¡¡Green, green, Greenpeace!!