Gabriela Urdaneta: "Ver a tantas personas que luchan por la misma causa, sin esperar nada a cambio, es maravilloso".

Desde hace un año, Gabriela es voluntaria y socia de Greenpeace. Venezolana de origen y residente en Madrid, asegura que ha encontrado en Greenpeace una manera de vivir, un propósito. Forma parte de dos grupos de voluntariado: Educación y Violeta.

¿Cómo conociste a Greenpeace?
Soy venezolana y llegué a España hace siete años. En mi país, en general, no hay interés por los temas medioambientales. Yo siempre los tuve presentes. Desde pequeña, sentía ese llamado. Era uno de mis propósitos: hacer algo por el planeta, aportar mi granito de arena. El año pasado, decidí pasar a la acción. Empecé como voluntaria y luego me hice socia.

¿Qué te aporta ser voluntaria y socia de Greenpeace en tu día a día?
Me siento realizada y he encontrado mi propósito y un grupo de personas afines que se han convertido en amigas. Además, ver a tantas personas que luchan por lo mismo, sin esperar nada a cambio, es maravilloso.

De este año de voluntariado, ¿cuál es el momento más especial que has vivido?
Recientemente, con la aprobación del Tratado de los Océanos. Lloré de la emoción.

En Greenpeace formas parte del Grupo Violeta.
Sí, es el grupo ecofeminista de Greenpeace. Hay quien piensa que el ecologismo y el feminismo no tienen nada que ver, pero son dos luchas que van de la mano. El comportamiento del patriarcado contra la mujer y contra la naturaleza es el mismo. El ecologismo necesita de las mujeres.

¿Cómo animarías a la gente para que se acerque a nuestra organización?
Les diría que hay muchas maneras de implicarse y que no se van a arrepentir. El voluntariado es una familia: un sitio abierto a todas las personas que buscan encontrar un propósito y un modo de hacer de este mundo un lugar mejor.

¿Cómo ves el futuro en materia de cambio climático, de nuestra relación con la naturaleza, etc.?
Creo en el poder de las pequeñas acciones y en el poder de la multitud. Se está produciendo un despertar en las nuevas generaciones, que exigen a los poderosos y no quieren quedarse calladas. Son más conscientes. Esto supone un punto de inflexión en la lucha ecologista y me da esperanza.