El cambio en nuestras manos

Numerosas experiencias de comunidades energéticas demuestran que el cambio de hábitos no solo es posible, sino que es cosa de todos y todas.

Te traemos cinco ejemplos de cómo generar y compartir energía procedente de fuentes renovables respetuosas con el medio ambiente, los territorios y las personas. ¡Empezamos!

 

Cooperativa Goiener
Erika Martínez, presidenta 

GoiEner fue creada en 2012 por un grupo de personas que aspiraban a democratizar el sector energético en Navarra y el País Vasco. Hoy cuenta con más de 16.000 personas socias y unas 200 voluntarias.

La cooperativa nació hace diez años como comercializadora de energía, con el objetivo de recuperar la soberanía ciudadana en la materia. Desde 2018, tiene proyectos propios de generación y, desde hace un año y medio, impulsa comunidades energéticas en el territorio. Los beneficios de la comercialización de la electricidad revierten en la propia cooperativa, que decide a qué fines los destinará. Otra de las misiones de GoiEner es la educativa: “Damos charlas para que la gente entienda las facturas”, explica Erika Martínez, presidenta de la cooperativa. “La información y la participación son básicas ­—apunta—, porque no entender la factura de la luz es tan grave como no entender un ticket de compra”. Y añade: “Creemos en la transición energética y el impulso a las renovables, pero no de cualquier manera, sino de forma participativa, justa y respetuosa con el entorno”.

 

Comunidad energética de Tercio Terol
David Campo, representante

La comunidad de Tercio Terol es un proyecto reciente: nació a principios de 2022 en esta colonia madrileña de Carabanchel, de la mano de unas 60 personas interesadas en compartir experiencias y explorar cómo vivir de manera más sostenible.

Sí, es una comunidad energética urbana. “La idea es que la gente con tejados propios podamos poner placas solares y producir nuestra propia energía, para comercializarla por debajo del precio de mercado y vendérsela a quien la necesite”, explica David Campo, representante de esta comunidad. Una de las trabas con las que se ha encontrado el colectivo a lo largo de este año ha sido la falta de guía institucional.

Pero su misión va más allá y, como otras comunidades energéticas, pone énfasis en la necesidad de hacer pedagogía: “Queremos ayudar a la gente a analizar sus consumos en casa y ver cómo pueden reducir sus facturas”, señala Campo. Por ejemplo, se trata de “ver dónde se producen los escapes de calor o de frío y qué aislamientos se pueden poner”. Sostenibilidad y democratización energética: ese es su mantra

 

Comunidad energética de Castellar-L’Oliveral
Empar Puchades, presidenta

Unas charlas informativas en Castellar, una pedanía de Valencia capital, animaron a un grupo de personas a poner en marcha una comunidad energética. Ya forman parte del proyecto más de 60 familias.

Todo empezó con unas charlas informativas organizadas por la Oficina de la Energía del Ayuntamiento de Valencia. Gracias a la motivación de un grupo inicial de personas, la asociación integra ya a 63 familias, tres de las cuales están en situación de vulnerabilidad. “A lo largo de estos meses, hemos constatado que el cambio energético no es posible de la mano de grandes empresas o solo contando con la parte administrativa: tiene que estar implicada toda la ciudadanía”. Es lo que asegura Empar Puchades, quien dice haber recuperado sus derechos y su soberanía energética. El proyecto ha tenido tanto éxito que, de momento, ha tenido que limitar el número de familias asociadas. ¡Así sí!

 

Molino Viure del’Aire del Cel
Francesc Rossell, partícipe y promotor

En Pujalt (Cataluña), se encuentra el primer molino eólico comunitario del sur de Europa. Este molino demuestra que es posible lograr la transición energética de la mano de la ciudadanía.

¿Un aerogenerador de propiedad compartida, que genere electricidad limpia, verde y respetuosa con las personas y la biodiversidad? Sí, es posible lograrlo, y de paso participar en el cambio del modelo energético. No es una utopía. Y eso es precisamente lo que han hecho en Pujalt. El aerogenerador comunitario empezó a funcionar en mayo de 2018. Según Francesc Rossell, partícipe y promotor de Eolpop, la plataforma ciudadana que impulsó el molino, “la normativa no ayuda, porque está pensada para proyectos muy pequeños o para proyectos muy grandes”. “Tuvimos que hacer mucha presión a nivel institucional”, recuerda. Sin duda, todo un modelo. Por eso, Greenpeace participó en su financiación comprando por adelantado la electricidad que consumirán su oficina y su almacén durante 25 años; el contrato bilateral garantiza que su electricidad sea 100% renovable las 24 horas del día y los 365 días del año.

 

Enherkom, comunidad energética de Hernani
Fermín Arruabarrena, miembro

Esta comunidad del País Vasco es un buen ejemplo de colaboración ciudadana e institucional.

El proyecto vio la luz a finales de 2019, impulsado por la preocupación ciudadana ante la situación energética. Fermín Arruabarrena, miembro de la comunidad, lo tiene claro: “Más que buscar la transición energética, buscamos la transformación energética”. La premisa que manejan es sencilla: si no se cambian los hábitos de consumo, no se puede avanzar.

Esta comunidad trabaja en cuatro direcciones: desarrollo de la comunidad a través del trabajo comunitario y participativo; instalación de sistemas fotovoltaicos compartidos; consultoría energética para llevar a cabo auditorías sobre eficiencia en los hogares; y trabajo con familias expuestas a la pobreza energética. De este proyecto, destaca la voluntad de colaboración del Ayuntamiento de Hernani. “Sin la complicidad de la Administración, todo esto habría sido muy difícil”, destaca Fermín.

Texto: Queralt Castillo, periodista