Por un futuro verde y en paz
Hace medio siglo, Greenpeace se alzó para evitar las pruebas con bombas nucleares en Amchitka (Alaska). Hoy nos hemos convertido en una organización internacional y diversa, lista para luchar por el cambio radical y profundo que necesitamos ante la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad.
La contracultura, ese movimiento pacifista, antibelicista, feminista y antirracista que surgió en los años sesenta y se intensificó en los setenta, fue el caldo de cultivo en el cual nació Greenpeace, hace hoy 50 años. No se puede entender el origen de lo que ha acabado siendo un movimiento ecologista y pacifista global sin antes mirar atrás. Las personas que sentaron las bases de nuestra organización se conocieron en Canadá, ya que fueron parte del mayor éxodo político de la historia de Estados Unidos: Dorothy e Irwing Stowe, y Marie y Jim Bohlen eran dos parejas cuáqueras pacifistas, y cuatro de las más de 150.000 personas objetoras de conciencia o desertoras que huyeron de su país durante la guerra del Vietnam.
Ambas parejas forjaron amistad en el exilio y fundaron la organización Don’t make a wave Commitee (Comité No provoquéis un maremoto), en protesta contra las pruebas nucleares que los Estados Unidos llevaban a cabo en el archipiélago de Amchitka, en Alaska. A partir de aquí, como se suele decir, todo es historia: la incipiente organización se las ingenió para fletar el barco Phyllis Cormack, que fue rebautizado como Greenpeace, y levó anclas hacia Amchitka en 1971.
La expedición no salió como se esperaba, puesto que no se consiguió parar la bomba, y la explosión provocó el mayor terremoto de la historia causado por el hombre. Pero, a pesar de eso, la campaña fue un éxito global y en 1972 la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos anunció que no haría más pruebas en el archipiélago, que hoy vuelve a ser un refugio de vida silvestre.
Esta es la historia de la fundación de Greenpeace que nos han contado siempre, protagonizada por Stowe y Bohlen; también por John Cornack, el capitán del barco, u otros tripulantes como Bill Darnel o Bob Hunter. Pero, mientras todos estos hombres ocuparon las fotografías históricas y los titulares que hicieron que sus nombres fueran eternos, ¿dónde estaban ellas? A pesar de que ninguna se embarcó, hay muchas mujeres que fueron responsables de este primer gran éxito de Greenpeace. Fueron ellas las que hicieron que el viaje fuera posible. Detrás de las cámaras y en tierra, ellas también fundaron Greenpeace y es hora de (re)conocerlas.
Greenpeace a través de sus fundadoras
“Éramos todo hombres, a pesar de lo mucho que nos llenábamos la boca de liberación e igualdad. Este era un asunto delicado, porque varias mujeres se habían pasado meses consiguiendo fondos para el viaje; de hecho, la idea de la expedición fue de Marie Bohlen. El primer viaje de Greenpeace estaba destinado a ser tan macho como el sistema militar contra el que luchábamos”. Estas son palabras de Bob Hunter, fundador y primer presidente de Greenpeace, plasmadas en su libro Viaje a Amchitka. La odisea medioambiental de Greenpeace.
El ecofeminismo, que hoy es una de las bases de acción y organización de Greenpeace, también concuerda con los principios fundacionales de la organización. Su motor fue y es el pacifismo, los deseos de resistencia e igualdad, y el amor por el planeta. Por ello, este cincuenta aniversario es un buen momento para recordar a todas aquellas personas que hicieron posible el nacimiento de Greenpeace. Mujeres como Dorothy Stowe o Marie Bohlen, que sentaron las bases de la organización y ayudaron a que se hiciera famosa y creciera. De hecho, ambas son las responsables de los primeros y más importantes reclutamientos de personas y movimientos para Greenpeace.
Fue también una mujer, Lilled Easum, escritora y activista, la autora del primer manifiesto de la organización. Y si el viaje a Amchitka fue tan mediático fue gracias a Dorothy Metcalfe, quien fue la principal enlace con los medios. Convirtió su salón en una estación de radio para seguir en directo lo que sucedía a bordo del barco y transmitirlo al mundo. Estos son solo algunos de los nombres de mujeres que hicieron historia, pero podríamos seguir y recordar el trabajo de Zoe Hunter, quien aprovisionó los dos primeros barcos; Deeno Birmingham, clave para la recaudación de fondos y quien convenció al gobierno canadiense de apoyar la primera protesta; Linda Spong, que se embarcó en 1977 contra las petroleras, y tantas y tantas otras mujeres valientes que han hecho de Greenpeace la organización que es hoy en día. Este aniversario también es suyo.
Greenpeace en España
Para encontrar el origen de Greenpeace España hay que ir hasta 1984, aunque la organización ya había actuado aquí en 1978 para denunciar que España era un país ballenero. Ese año salió a escena el famoso Rainbow Warrior, un viejo arrastrero que fue reparado y pintado por personas voluntarias y zarpó del Támesis para denunciar la caza de ballenas en las costas gallegas. La Armada española trató de detenerlo, pero el buque insignia de Greenpeace logró escapar. En 1980 repitió la gesta, aunque en esa ocasión sí fue capturado por la Armada, que retiró las hélices del barco para evitar que se fugara. Pasó cinco meses en la dársena militar del puerto de El Ferrol pero, finalmente, y gracias a la ayuda de muchas personas que reconstruyeron las piezas, logró escapar, colocando así a Greenpeace en las portadas de muchos medios españoles.
En 1982, Greenpeace volvió a nuestras costas, esta vez con el Sirius, para evitar el vertido de barriles con residuos radioactivos en la fosa atlántica, a 700 kilómetros de Galicia. Un año después, el Sirius se dirigió al estrecho de Gibraltar, donde operaban balleneros rusos. Aquellas primeras acciones tuvieron tanta repercusión en España que en 1984 se abrió una oficina en nuestro país, la decimotercera de Greenpeace en el mundo. La oficina española organizó su primera gran campaña en el verano de 1986, esta vez en el Mediterráneo. Durante cuatro meses, el Sirius navegó denunciando vertidos tóxicos y demandando la protección de espacios naturales.
Esos primeros años de Greenpeace España estuvieron íntimamente ligados a proteger sus aguas, pero a medida que iba creciendo, se fueron ampliando las áreas de actuación. Se empezó a trabajar por el cierre de las centrales nucleares o las plantas de incineración de residuos o vertidos químicos. Se luchó contra los combustibles fósiles, los sistemas de pesca destructivos, el urbanismo salvaje, las macrogranjas, el comercio de armas o la contaminación. Durante estos 37 años, Greenpeace España no ha dejado de crecer y lo ha hecho en torno a un objetivo común: la urgencia de impulsar un cambio sistémico para frenar la emergencia climática y la pérdida de la biodiversidad.
¿Qué nos depara el futuro?
A día de hoy, Greenpeace está presente en 55 países de los cinco continentes, con más de 3,2 millones de personas socias en todo el mundo, más de 145.000 de las cuales se encuentran en España. Es indiscutible que Greenpeace ha crecido muchísimo desde aquellas jornadas de 1970, pero tal como relata la directora internacional de la organización, Jennifer Morgan, “no hay demasiado que celebrar. Estamos en una emergencia climática sin precedentes. Tenemos que unir todos los esfuerzos de estos últimos años y trabajar juntos para crear un cambio radical y profundo. El tiempo se nos agota”.
Hemos conseguido muchos logros a lo largo de nuestra historia, como acabar con las centrales térmicas de carbón en España o la reducción del uso de los pesticidas para proteger a las abejas este pasado año, así como la prohibición de importar piel de foca bebé en 1982 o de verter residuos radioactivos e industriales en 1993. Pero todavía quedan muchos retos por afrontar. Afortunadamente, cada día somos más las personas comprometidas con el cuidado de la vida en el planeta. Personas como nuestras socias y socios, que unen sus fuerzas para avanzar hacia ese “cambio radical” que demanda Jennifer Morgan. Proteger el planeta supone plantar cara a grandes empresas contaminantes y gobiernos permisivos, intereses económicos y leyes injustas. Pero con la determinación de gente como tú, podemos lograrlo. Y es que, tal como demostró la investigadora de Harvard Erica Chenoweth, solo hace falta que el 3,5% de la población participe activamente de una causa para lograr un cambio político serio.
“El pesimismo y el derrotismo son nuestros mayores enemigos a la hora de luchar por el medio ambiente. Antes lo fue el negacionismo, pero ahora lo es el peligro a perder la esperanza en que podemos cambiar las cosas”, explica Eva Saldaña, directora de Greenpeace España. Para ella, es clave la confianza mutua entre todas aquellas personas y movimientos que luchan por este objetivo común. Entender la interdependencia es esencial para conseguir que “los países industrializados cumplan los grandes acuerdos internacionales que se han logrado contra el cambio climático”, añade. Así, ante la amenaza que supone el greenwashing, solo la presión de miles de personas y organizaciones harán que se cumplan los acuerdos de París o el objetivo de emisiones cero.
Los retos que tenemos delante parecen titánicos, pero ya lo hemos hecho antes. “Hace cincuenta años, un pequeño grupo de personas normales zarpó en un roñoso barco pesquero y se interpuso en el camino de una bomba nuclear”, recuerda Jennifer Morgan. Aunque esa acción no salió como debía, esas personas anónimas consiguieron cambiar algo y salvaron Amchitka. “Greenpeace es la historia de gente ordinaria haciendo cosas extraordinarias. Pero nunca hemos sido héroes solitarios”, dice Morgan, quien reivindica que formamos parte de un gran movimiento de gente que apuesta por un futuro verde y en paz.
Los tiempos han cambiado en estos cincuenta años, como también lo han hecho las amenazas para nuestro planeta. Greenpeace también ha evolucionado: “pasamos de ser un pequeño grupo haciendo acciones locales a ser una organización global y diversa”, recuerda Morgan. Hoy Greenpeace es también de las mujeres y del feminismo que ha demostrado que el cambio que necesitamos para salvar el planeta debe ser transversal. Y es también de la juventud que quiere un futuro seguro, y de nuestros mayores, que quieren asegurar ese mundo para sus nietos.
“Hemos cometido errores, pero hemos aprendido lecciones que transmitimos a las nuevas generaciones. Los retos son enormes, pero junto a nuestros aliados, activistas, las personas que nos apoyan, los y las socias y toda esa gente concienciada alrededor del mundo que esperamos que se nos una en los próximos tiempos, somos imparables”, asegura Jennifer Morgan. El cambio es ahora.
Texto: Sandra Vicente, periodista