La corriente que desconectó a Altri
Galicia ha vuelto a demostrar que el poder no siempre está donde más ruido hace. Durante meses, el proyecto de la macrocelulosa de Altri parecía avanzar con paso firme, blindado por promesas de inversión y empleo. Pero las cosas empezaron a torcerse cuando la ciudadanía, organizada desde abajo, empezó a hacer preguntas. Preguntas incómodas, concretas y necesarias. Y detrás de ellas, una voz, la de la plataforma vecinal que desde el primer día cuestionó el relato de la modernidad a cualquier precio.
«De momento, no podemos decir que sea una batalla ganada —explica Zeltia Laya Sánchez, una de las portavoces de la plataforma—. El mayor obstáculo sigue siendo la falta de información que la ciudadanía tiene sobre las intenciones de la empresa y los intereses que la Xunta de Galicia tiene para ofrecerle la alfombra roja». La desconfianza tiene fundamento ya que el proyecto de Altri se ha quedado sin conexión eléctrica, fuera de la planificación estatal 2025-2030, y sin los fondos públicos que esperaba. Un apagón técnico que es también una metáfora política.
Zeltia habla de meses intensos repletos de mesas informativas, debates, reuniones con partidos, campañas de crowdfunding para financiar informes periciales y recursos legales. «Cero transparencia desde el primer momento —dice la portavoz—, pero la presión social ha sido clave en los posicionamientos políticos que estamos viendo ahora». Esa presión no surge de una estrategia institucional, sino del pulso del territorio. De gente corriente que se organiza porque lo siente suyo. De mujeres jóvenes y del rural que han convertido la defensa del entorno en una causa colectiva. «Que, al principio, la plataforma estuviese liderada por mujeres ha sido clave, ya que aportaron una manera distinta de hacer, más creativa, más horizontal, más empática. Mujeres del rural empoderadas, defendiendo su tierra, su vida y la de sus nietas».

«Esa mezcla de creatividad y resistencia se ha convertido en el verdadero sistema energético del movimiento».
Esa mezcla de creatividad y resistencia se ha convertido en el verdadero sistema energético del movimiento. «La espontaneidad social, la fuerza que une a la ciudadanía cuando destruyen su entorno o su forma de vida, hay que conservarla desde el principio y no hay que dejar que la instrumentalicen los partidos ni los sindicatos. La legitimidad depende de eso», dice Zeltia.
Mientras la empresa calcula megavatios y permisos, la ciudadanía habla de bosques, agua y futuro. Del tipo de desarrollo que Galicia necesita y de los límites de un modelo que ya no encaja con los tiempos. «Con el gobierno que tenemos, un desarrollo industrial sostenible parece lejos —admite Zeltia Laya—, pero creo que las políticas encaminadas a respetar la naturaleza, la biodiversidad y la mínima intervención humana en el entorno son las que realmente pueden favorecer que, a largo plazo, todas ganemos».
La historia de Altri es también la historia de cómo una comunidad puede frenar una maquinaria inmensa cuando se conecta entre sí. Porque lo que ha quedado claro en esta lucha es que hay formas de energía más potentes que la electricidad, como las que nacen del vínculo, del arraigo, del derecho a decidir cómo se habita un territorio. Galicia resiste, debate, teje comunidad y demuestra que la verdadera transición no siempre depende de una red eléctrica, sino de una red humana.
«La historia de Altri es también la historia de cómo una comunidad puede frenar una maquinaria inmensa cuando se conecta entre sí».
Los otros Altri
Las grandes corporaciones están ocupando el territorio bajo la apariencia de progreso. Mientras presumen de sostenibilidad, sus proyectos invaden espacios naturales, fragmentan hábitats y comprometen la vida de miles de especies. España, uno de los países más ricos en biodiversidad de Europa, se está convirtiendo también en uno de los más amenazados. Detrás de cada proyecto, ya sea industrial, turístico o energético, hay una historia común: beneficios privados, complicidad administrativa y una pérdida silenciosa del patrimonio natural.
12 casos que amenazan la biodiversidad en España
1. Urdaibai (Euskadi) –
La ampliación del Museo Guggenheim dentro de una reserva de la biosfera pone en riesgo un espacio frágil bajo el pretexto de «atraer turismo cultural». Un ejemplo de greenwashing institucional.2. Caparroso (Navarra) –
La macrogranja Valle de Odieta quiere aumentar su censo de vacas de 7.200 a más de 11.000, con graves riesgos en el agua, el suelo y la calidad del aire, en pleno entorno de las Bardenas Reales.3. Doñana (Andalucía) –
El proyecto de almacenamiento de gas amenaza uno de los ecosistemas más valiosos de Europa. Fósiles en plena crisis climática y riesgo de desequilibrio hídrico en un parque ya exhausto.4. Clúster del Maestrazgo (Aragón) –
125 aerogeneradores en zonas de altísimo valor ecológico. La transición energética mal planificada puede ser también destructiva si ignora la naturaleza que dice proteger.5. Aznalcóllar (Andalucía) –
Reabrir la mina que causó el desastre de 1998 significa repetir los errores del pasado: vertidos tóxicos al Guadalquivir y una evaluación ambiental deficiente.6. Erdiz (Navarra) –
Una mina de magnesita a cielo abierto en una zona de especial conservación. Amenaza directa al equilibrio ecológico y al modo de vida rural basado en la ganadería tradicional.7. El Prat (Cataluña) –
La ampliación del aeropuerto invade humedales protegidos del delta del Llobregat. Más vuelos, más emisiones y menos biodiversidad en nombre del crecimiento turístico.8. A Ulloa (Galicia) –
La planta papelera de Altri en Palas de Rei consumiría millones de litros de agua y vertería residuos al Ulla y a la ría de Arousa. Industrialización intensiva en pleno entorno rural.9. Cuna del Alma (Canarias) –
420 viviendas de lujo y un complejo turístico en una zona especial de conservación. El modelo turístico que devora el territorio bajo la máscara de sostenibilidad.10. Bolonia (Andalucía) –
Un proyecto de glamping y restaurante de lujo dentro de un parque natural. Turismo verde como coartada para urbanizar uno de los litorales mejor conservados de Cádiz.11. Canal Roya (Aragón) –
Una telecabina de 4,3 km para unir tres estaciones de esquí. Dinero público para degradar un valle pirenaico que debería ser parque natural.12. Genoveses (Andalucía) –
Un hotel en pleno parque natural de Cabo de Gata. Rehabilitar el paisaje para convertirlo en negocio y abrir la puerta a futuras construcciones en zonas protegidas.
Texto: Juanjo Moreno Fotos: © Greenpeace