Música que deja huella

pero no medioambiental

Varias personas de espaldas y con las manos alzadas durante un concierto en un festival de música. Pueden verse banderas, confeti y luces ©Benny Hawes/ Shutterstock

Desde hace más de 50 años hemos visto a músicos comprometidos preocuparse y alzar la voz por el medioambiente. Marvin Gaye ya hablaba de ecología en su LP What’s going on (1971) y Joni Mitchell, aparte de denunciar el deterioro del planeta en éxitos como Big yellow taxi (1970), decidió desde el principio utilizar su fama y sus conciertos como altavoz para organizaciones involucradas con tema. Incluso Black Sabbath nos avisaba con Children of the grave (1971) de que nuestra manera de interactuar con la naturaleza nos llevaría a la tumba, y The Clash comentaban que Londres se inundaba por culpa del cambio climático en London calling (1979).

Para aportar su granito de arena, Paul McCartney optó por dejar de comer animales a mediados de los setenta y lleva años defendiendo la agricultura sostenible y alertando sobre el cambio climático. Además del legado activista de su desaparecida mujer Linda, compañera musical en Wings, en una marca de comida vegana que lleva su nombre. Y Neil Young, que ya en 2004 giraba con vehículos alimentados con combustibles vegetales, aborda desde siempre en sus canciones el daño que las grandes corporaciones y muchos gobiernos le están haciendo al planeta. Y no tiene miedo a señalar directamente a los culpables, como con The Monsanto Years, su disco de 2015, en el que arremetía, entre otras, contra la compañía de semillas modificadas genéticamente que, además, vende glifosato como herbicida.

Pero la industria de la música sigue generando una gran huella de carbono nada desdeñable. Pensemos en un festival y las montañas de basura que deja tras de sí: vasos y botellas de plástico, colillas de cigarrillos con filtros contaminantes, residuos que no se pueden reciclar…. O en la cantidad de combustibles fósiles empleados en los aviones, autobuses y camiones necesarios para una gira. O los recursos que se requieren para escenarios y decorados. Por eso, cada vez más músicos, además de denunciar y concienciar a su público y donar dinero a organizaciones que defienden el medioambiente, han decidido dar pasos para convertir su fuente de ingresos y su trabajo diario en algo más sostenible.

Billie Eilish se ha puesto manos a la obra con un merchandising 100% reciclado, emails a los asistentes con información sobre las rutas menos contaminantes hacia sus conciertos, vinilos parcialmente reciclados y totalmente reciclables y tintas vegetales no contaminantes en sus álbumes. Además, pide a sus fans que lleven sus propias botellas reutilizables a los conciertos, en los que hay fuentes para rellenarlas, y siempre se asegura de que haya opciones vegetarianas dentro y fuera del recinto, en línea con sus esfuerzos para educar a sus fans sobre los beneficios medioambientales que genera el no comer carne.

Coldpay consiguieron, con un plan de 12 medidas, rebajar las emisiones de sus tours un 59%, compensando lo que aún contaminan con su apoyo a proyectos medioambientales y con el plantado de un árbol por cada entrada que vendan. Lo hicieron usando fuentes de energía sostenibles y biodiesel, minimizando residuos y convirtiendo la fuerza de los saltos de los asistentes al bailar en sus conciertos en electricidad.

Probablemente se inspiraron en sus compatriotas Radiohead, que fueron una de las primeras bandas del país en preocuparse por la huella de carbono que dejaban sus espectáculos. En 2008 tomaron medidas para reducir los plásticos de un solo uso, hasta el punto de que las bandas que giraron con ellos recalcaron lo real del discurso de Thom Yorke y los suyos, que sí predicaban con el ejemplo: habían prohibido los vasos no reutilizables para todos los trabajadores y artistas e impuesto el traslado de los equipos por barco y no por avión. Y utilizaban biodiesel en los vehículos de gira y trataban de educar a los asistentes sobre la importancia de ser sostenibles.

Vista trasera de dos amigos sentados en el césped, disfrutando de la vibración en un concierto al aire libre de un festival de música.
© Anton Gvozdikov / Shutterstock

Pero Massive Attack han ido un paso más allá. El colectivo trip hop ha trabajado en un informe, en colaboración con el Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático de la Universidad de Manchester, con información sobre el impacto medioambiental de la industria musical y consejos para minimizar sus emisiones. Y se han propuesto seguir esos consejos. Por un lado, cambiando los aviones por trenes en su gira europea. Por otro, montando un macroconcierto para 35.000 personas el pasado 25 de agosto, que, aun con sus puntos a mejorar, esperan que marque un antes y un después en el enfoque medioambiental de la industria. Porque absolutamente todo el evento se alimentó con energía solar y eólica acumulada en baterías, incluyendo todos los departamentos involucrados (sonido, luces, producción…); todo el catering era vegano y los residuos de los WC se usaron para extraer compost y fósforo. 

Y es que su integrante Robert de Naja ha dicho en numerosas ocasiones que la industria tiene que hacerse responsable no solo del impacto de sus giras, sino también del de los desplazamientos de sus seguidores para asistir a ellas. Porque Radiohead, allá por el 2007, ya calcularon que el 80% de las emisiones generadas en sus conciertos procedían del transporte de los asistentes. Así que Massive Attack incentivaron la compra de entradas para los fans de la zona, que era más fácil que fueran en transporte público o bici, consiguieron que se ampliara el horario de trenes y contrataron una flota de autobuses eléctricos para llevar a la gente desde el centro de Bristol al lugar del evento.

Años antes, uno de los primeros en intentar que su festival tuviera el mínimo impacto negativo posible fue Perry Farrel, cantante de Jane’s Addiction y Porno for Pyros y creador del Lollapalooza. Lo que comenzó como un festival itinerante que iba mejorando su rastro medioambiental con envoltorios biodegradables y energías renovables ha conseguido con los años tener una huella de carbono neutral.

Aparte de los esfuerzos en sus eventos, hay artistas centrados en educar más allá de lo que ellos mismos puedan comunicar. La islandesa Björk, además de su participación en muchos proyectos benéficos, ha trabajado con expertos en la materia para implementar un currículum ecológico en las escuelas nórdicas con el que fomentar nuevas generaciones de ciudadanos concienciados.

También los punks californianos Green Day, que llevan años mejorando el efecto en el planeta de sus giras y trabajando en su marca de café sostenible en Oakland, apostaron en 2006 por crear Move America Beyond Oil, una organización para informar y movilizar a sus fans con el fin de que reclamaran soluciones de energía renovable a los legisladores.

Cada vez más músicos trantan de convertir su fuente de ingresos en algo más sostenible.

Pearl Jam, que basaron su disco Gigaton (2020) en el cambio climático, hacen desde 2003 el seguimiento de la huella de carbono de sus tours para poder compensarla. Y Sheryl Crow, que tiene hasta un tema, Gasoline, pidiendo a la gente que se rebele contra la dependencia del petróleo, lleva años girando con vajillas compostables, botellas reutilizables y biodiesel. Además, es cofundadora del Green Music Group junto a Maroon 5, The Roots y la ONG Reverb, en donde trabajan para fomentar la sostenibilidad del negocio musical a gran escala.

Eso aparte de las medidas que cada uno toma en sus operaciones, porque los hiphoperos de Filadefia The Roots, además de estar muy implicados con el uso de energías renovables, imprimen los carteles de sus giras en papel reciclado y regalan cubos de compostaje autografiados a los fans. Y Reverb, la organización formada en 2004 por el guitarrista de los rockeros Guster Adam Gardner y su mujer Lauren Sullivan (veterana del Rainforest Action Network), centra su labor en asesorar a los artistas para que sus eventos sean más verdes, mejorando el impacto de cientos de giras.

Hay bandas como Phish, que, además de sus propios esfuerzos por fomentar la sostenibilidad, tiene lo que llaman la Green Crew: un grupo de voluntarios que, tras los conciertos, limpia y separa los elementos reciclables que han quedado abandonados en el recinto. Y no podemos olvidar a U2, que son unos veteranos en la lucha contra la energía nuclear, pero también han sido señalados por la ingente cantidad de recursos que consumían sus macroconciertos. Desde 2009 trabajan con la organización Effect Partners para mejorar el impacto de sus eventos. Y The Edge ha llegado a decir recientemente que, aunque no lo publiciten, los planes de sostenibilidad del grupo son muy robustos.

Pero si hablamos de pioneros, hay que tener en cuenta a la californiana Bonnie Raitt, que, por supuesto, mueve sus tours con biodiesel. Pero es que ya en 1979 creó, junto a otros músicos como Graham Nash y Jackson Browne, Musicians United for Safe Energy, una organización contra el uso de la energía nuclear.

Afortunadamente, la industria se va concienciando. Otros artistas que usan combustibles vegetales para sus equipos y desplazamientos, evitan los plásticos de un solo uso y fomentan el reciclado son Miley Cyrus, Ed Sheeran, The 1975 (que además trabajan en que su merchandising sea de piezas textiles reutilizadas) o la Dave Matthews Band, que consume localmente mientras están de gira y tiene su propia organización educativa que muestra acciones sencillas para salvar el planeta.

Texto: Laura Pardo   Fotos: Shutterstock