DANA, la cara más letal e inmediata del cambio climático
En pocas horas, la DANA del pasado 29 de octubre acabó con la vida de más de dos centenares de personas. Los daños personales son irreparables. Solo los materiales tienen solución, a base de planes, ayudas y medios económicos públicos para paliar la dramática situación en la que quedaron miles de personas que lo perdieron todo, y negocios y empresas que se vieron gravemente afectadas. Conviene no olvidar que los daños materiales tienen otras derivadas que también tienen difícil reparación: la pérdida de hogares enteros, la pérdida de objetos con valor sentimental, los daños psicológicos que acompañan a estas situaciones críticas, etc.
Las gotas frías son habituales en los otoños de la costa mediterránea. Pero esta DANA fue otra cosa, más violenta, más impredecible. Lo nunca visto. Una conjunción de factores, la tormenta perfecta para dejar bajo dos metros de agua poblaciones enteras, decenas de miles de personas, unas 500.000 afectadas en total si se tienen en cuenta el área metropolitana de València, la comarca de l’Horta Sud y algunas zonas de la Ribera Alta y la Ribera Baixa, el interior de la provincia y el municipio de Letur, en Albacete. Solo en la provincia de València, se calcula que afectó gravemente al 30% de su producto interior bruto (PIB).
Fenómenos como esta DANA son una de las consecuencias más letales e inmediatas del calentamiento global. “Se puede decir sin lugar a dudas que ha sido a causa del cambio climático, y que podemos esperar que este tipo de fenómenos sean más frecuentes, que no tendremos que esperar 50 o 70 años para que se repitan. En el corto plazo nos podemos volver a encontrar con un fenómeno así”, explica la coordinadora de campañas de Greenpeace, Elvira Jiménez.

Gotas frías más intensas y probables
El calentamiento global “aumenta la probabilidad de que las gotas frías tengan mayor intensidad”. «Los estudios apuntan a que el cambio climático ha influido claramente en que esta DANA haya sucedido con tanta virulencia. La ciencia lleva tiempo advirtiendo de que este tipo de fenómenos serán más frecuentes. Algo que ahora bate récords puede estar dentro de lo esperable en el corto y medio plazo», añade.
Frenar el cambio climático es fundamental para empezar a limitar los procesos que forman estos fenómenos tan agresivos, como son, por ejemplo, el calentamiento del mar Mediterráneo. La región mediterránea “se está calentando un 20% más rápido a causa del calentamiento global”, explica Jiménez. “Esto se refleja en la temperatura de sus aguas que, desde abril de 2022 están por encima de la media y con picos de olas de calor marinas durante gran parte de 2024”, añade la coordinadora de campañas de Greenpeace.
Un mar tan caliente implica “una fuente de alimentación para estos temporales y tormentas. Por eso son tan intensas, porque se retroalimentan, se quedan durante más días, se cargan de humedad, de energía proveniente de un mar más caliente. De ahí que estos eventos pueden ser más virulentos, porque las altas temperaturas del mar los agravan”, describe. Se estima que la temperatura media de la superficie del mar Mediterráneo ha aumentado alrededor de tres veces la media mundial desde 1982.

Las culpables tienen nombre
Una serie de empresas y grandes corporaciones globales aceleran con su actividad el calentamiento global, la destrucción de ecosistemas y la desaparición de especies. Los denominados destroyers tienen nombres y apellidos, grandes energéticas como Repsol, Naturgy, Endesa o Iberdrola, pero también corporaciones como CaixaBank, Banco Santander, BBVA, Mapfre, Inditex, Ferrovial, Telefónica y otras que, en su mayoría, forman parte del IBEX-35 y poseen un gran poder corporativo y de influencia sobre las decisiones políticas. Entre todas las empresas incluidas en este índice bursátil español, emitieron durante 2023 un total de 721 Mt de dióxido de carbono a la atmósfera, con unos beneficios globales declarados de 51.120 millones de euros. Su negocio está basado, en parte, en la destrucción del planeta.
Repsol, por ejemplo, basa el 80% de sus actividades en los combustibles fósiles, el petróleo, gas y sus derivados, y es líder en prácticas empresariales destructivas. Está situada entre las 50 mayores contaminadoras desde la revolución industrial, es decir, desde 1854 a 2022. Un informe del Observatorio de Sostenibilidad revela que representa el 62% de las emisiones de todas las empresas del IBEX 35, seguida a gran distancia por Naturgy (15%), Iberdrola (7%) y Endesa (4%).
El Banco Santander, por su parte, invirtió entre 2021 y 2022 más de 3.332 millones de dólares en combustibles fósiles. Otro informe de este mismo año, a cargo de Banking on Climate Chaos, revela que desde 2016 a 2023 destinó 79.881 millones de dólares a este tipo de empresas. En la última década, el Banco Santander ofreció más de 11.086 millones de dólares en créditos a empresas involucradas en la deforestación mundial como JBS, Marfrig y Minerva. Además, proporcionó 7.673 millones de euros de financiación a grandes compañías de armamento como Airbus, Boeing, General Electric y Rolls-Royce, cuyos productos se venden a India, Arabia Saudí e Israel, considerados de alto riesgo.
Todas estas empresas se mueven cerca del poder político para presionarlo a través de varias estrategias, como puedan ser las puertas giratorias entre la política y el mundo de la empresa, la presión de los lobbies, los cárteles para manipular los mercados con monopolios y acuerdos que perjudican a las consumidoras. Algunos de los lobbies más conocidos y activos son AEB, del sector bancario; ANFAC, de automoción; AELEC, que agrupa a las compañías eléctricas; Sedigas, en el sector del gas; Foro Nuclear, de las nucleares, o AOP, de las petroleras. Aunque su existencia es legal siempre que no incurran en chantajes o sobornos, sus relaciones políticas les permiten conseguir muchos de sus intereses, que chocan frontalmente con la protección del medio ambiente y los derechos de las personas. El dinero que dedican al patrocinio de eventos culturales y deportivos, y a la publicidad engañosa o greenwashing, sirven también para lavar su imagen y hacerse pasar ante la población general como empresas preocupadas por el planeta y la población, cuando sus acciones demuestran que lo que les preocupa principalmente es su cuenta de resultados a corto plazo.
Por estas razones, tenemos que aumentar nuestras exigencias para que estas empresas paguen impuestos especiales con el fin de que paguen por el daño que producen; también para que dejen de recibir subvenciones que les permiten seguir contaminando (las subvenciones a los fósiles en España se calculan en 13.000 millones al año), y planes con fechas concretas y medidas para acelerar el abandono del gas, del carbón y del petróleo, y conseguir un mundo libre de fósiles lo antes posible.

Cultura de la alerta frente a emergencias
El manual para que una DANA tan letal como la de octubre no vuelva a ser tan destructiva transita también por la gestión de la emergencia y la implementación de medidas encaminadas a la adaptación, la mitigación y la prevención. Como ha quedado en evidencia en el caso de la DANA del pasado 29 de octubre, “hay que revisar los protocolos de emergencia y alerta a la población”. Hay que estar prevenidas cuando las fuertes lluvias provocan que barrancos como el del Poyo, que atraviesa varios municipios y el área metropolitana de València, cuadrupliquen en pocas horas el caudal normal del Ebro.
En este sentido, es necesario también “más trabajo de sensibilización, extender la cultura de la autoprotección”, añade Elvira Jiménez. Ante las olas de calor, la población tiene más información y conocimiento sobre lo que debe y no debe hacer para no ponerse en riesgo, pero en el caso de las inundaciones no hay ese conocimiento general. Para Jiménez, “hay que incluir esa prevención en nuestra cultura, y también la formación del personal de gestión, para poder tomar de manera informada decisiones como cerrar colegios, instalaciones deportivas y centros de trabajo”. No se trata, por tanto, de una cuestión individual exclusivamente, “tienen que estar formadas las personas que toman decisiones, además de perfeccionar los sistemas de alerta, para prevenir daños personales”.
“Se trata de repensar nuestros entornos para no tener a personas e infraestructuras en zonas de riesgo, y hacer que puedan convivir mejor con el agua”
Adaptarse o morir
A medio y largo plazo, hay que adaptar los entornos para que sean resilientes y seguros ante este tipo de situaciones. Y eso incluye revisar los planes de urbanismo. “Los riesgos de inundación estaban en los mapas, se saben las zonas inundables en las que están las viviendas, polígonos e infraestructuras en riesgo. Hay que revisarlo, tomárselo en serio, hacer previsiones a futuro en un escenario nuevo”, insiste Elvira Jiménez. “Esas zonas inundables serán más extensas por el cambio climático. Y hay que tenerlo en cuenta para no situar ahí viviendas, para no poner personas en riesgo. No situar ahí puestos de trabajo e infraestructuras clave”.
Para la coordinadora de campañas de Greenpeace, “en València han fallado muchas cosas. Por ejemplo, había mucha construcción en los márgenes de los barrancos y las torrenteras, lo que hizo que la gente estuviera más expuesta. Aparte de evitar zonas de peligro en las labores de reconstrucción, es momento de replanteárselo; no volvamos a construirlo todo exactamente donde estaba”, reclama.
En este sentido, Greenpeace puso en marcha el pasado mes de julio la campaña por la adaptación de los municipios a los eventos extremos, en la que se advierte de los peligros que puede conllevar para la salud y la seguridad de las personas los efectos del cambio climático en las ciudades. Por ejemplo, hay informes de la Comisión Europea que señalan que la mortalidad relacionada con el calor ha aumentado un 50 % en los últimos 20 años. España lidera el aumento de muertes por calor en Europa.
Las ciudades han de ser repensadas para hacer frente a un futuro que amenaza con temperaturas todavía más altas. Urge adoptar medidas que hagan bajar los termómetros y permitan seguir disfrutando de la ciudad. Para denunciar esto, Greenpeace hizo un mapeo de las zonas inviables de ciudades como València, Valladolid, Barcelona, Girona, Madrid y Palma de Mallorca, como son avenidas y plazas con poca sombra, y colocaron en estos puntos negros unos carteles para concienciar a la ciudadanía del riesgo que supone el calor para la salud.

Entornos urbanos resilientes
Para la adaptación al cambio climático, las soluciones basadas en la naturaleza y que aumentan la cobertura vegetal en las ciudades tienen múltiples beneficios, son menos caras que las soluciones basadas en el cemento y contribuyen, a la vez, a reducir los riesgos de diferentes amenazas climáticas. Sirven para hacer frente al calor, al ayudar a la reducción de las temperaturas y proporcionar sombra, y también aumentan la permeabilidad de los espacios disminuyendo el agua que discurre por las calles y, por tanto, reduciendo el riesgo de inundaciones. Además, limpian el aire de contaminantes, son refugio de fauna urbana y fomentan el bienestar físico y mental de las personas.
En cuanto al problema de las inundaciones, a medio y largo plazo, es fundamental aumentar la capacidad de absorber agua tanto del entorno urbano como de los ecosistemas que rodean a los municipios, y en toda la cuenca de los ríos. “Renaturalizar cauces de ríos, humedales, mejorar la gestión de masas forestales y cultivos, restaurar bosques de ribera. Pensábamos que canalizando ríos y cauces lo controlábamos, pero lo cierto es que el agua discurre por donde tiene que discurrir, independientemente de los muros que construyamos”, afirma Jiménez. “Cuando rebosa, rebosa. Los propios ecosistemas tienen la capacidad de controlar la velocidad y de absorber, de autorregularse, y hay que recuperarlos”.
Están sobradamente estudiadas las fórmulas para convertir los entornos urbanos en lugares más resilientes ante este tipo de fenómenos, en sitios más seguros y agradables donde vivir. “Tenemos la necesidad evidente de hacer los suelos de las ciudades más permeables. Hay muchas soluciones y actuaciones: pavimentos permeables en las calles, sistemas de drenaje sostenible que aúnan vegetación con la absorción y canalización del agua y hacen que nuestras calles no sean autopistas para el agua, sino que vayan a zonas de alivio, como pueden ser tanques de tormentas o grandes parques inundables”, explica Jiménez. Se trata, en definitiva, de “repensar nuestros entornos para no tener a personas e infraestructuras en zonas de riesgo, y hacer que puedan convivir mejor con el agua”.
Todas estas medidas, que son mucho más baratas que hacer frente a una catástrofe como la DANA que ha afectado a más de 70 municipios en la provincia de València, “también nos ayudarán contra otros eventos extremos como olas de calor y sequías. Estas actuaciones tienen muchos más beneficios”. Hay que “empezar a pensar de manera urgente en cómo podemos transformar nuestras ciudades y pueblos en más resilientes para todos los retos climáticos que tenemos. No ir atajándolos con parches y uno por uno”, concluye Jiménez.
Texto: Gillem Sanchis Fotos: © Greenpeace