Todo al verde en las ciudades

Por qué debemos protestar contra el arboricidio en las ciudades

acción de Greenpeace en Madrid. Ramo de flores gigante con el texto © Greenpeace

No son pocos los estudios que alertan de la llegada cada vez más frecuente de olas de calor asociadas al cambio climático, que serán, a su vez, mucho más intensas. Nuestro entorno, especialmente si es urbano, nos puede exponer más a las altas temperaturas y hacernos más vulnerables. En las ciudades, en concreto, se da el fenómeno conocido como ‘isla de calor urbana’. El asfalto y el hormigón de las calles absorben el calor durante el día y lo liberan por la noche, lo que impide que el ambiente se refresque y podamos descansar y recuperarnos adecuadamente. Cuando esta situación se repite varios días seguidos, podemos entrar en una peligrosa espiral de calor que nos hace más vulnerables y puede afectar a nuestra salud física y mental. En Europa, más del 4% de la mortalidad estival en ciudades es atribuible a esas islas de calor urbanas.

El último informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente revela que Europa es el continente que más rápido se calienta del mundo, y señala a los países del sur, entre los que se incluye España, como los más amenazados. De hecho, en nuestro país se produjeron 2.100 fallecimientos atribuibles al exceso de calor en 2023. El arbolado urbano ofrece importantes beneficios para las ciudades. Por un lado, aumentan y protegen la biodiversidad urbana. Los árboles, en especial los de mayor tamaño, mejoran la calidad del aire al actuar como filtros para los contaminantes y el polvo, además de servir como reguladores de la temperatura ambiente, enfriando el aire entre 4 y 6 ºC. Además, regulan el flujo de agua y son clave en la prevención de inundaciones. 

Una ubicación bien planificada de las especies de árboles en torno a los edificios proporciona sombra en verano y protege del frío en invierno, lo que puede ayudar a reducir notablemente el consumo energético en las viviendas. A todo ello, se suman los beneficios para la salud física y mental de la población, ya que vivir cerca de espacios verdes disminuye la tensión arterial alta y reduce el estrés. El arbolado urbano, y la vegetación en general, al mejorar la calidad del aire, contribuir a rebajar la temperatura y favorecer el bienestar mental, ayudan a mejorar la calidad de vida de las personas, y en especial la de colectivos más vulnerables como las personas mayores de 65 años (principalmente, las mujeres mayores de 75), personas con enfermedades cardiorrespiratorias o de salud mental, infancia y personas que trabajan al aire libre. De hecho, está confirmado que aumentar un 30% la cobertura arbórea en las ciudades puede disminuir en un tercio las muertes prematuras atribuibles a las islas de calor urbanas.

Una ubicación bien planificada de las especies de árboles en torno a los edificios proporciona sombra en verano y protege del frío en invierno, lo que puede ayudar a reducir notablemente el consumo energético en las viviendas.

Sin embargo, las políticas arboricidas se expanden por toda la península, a pesar de las protestas vecinales. Ejemplos sonoros han sido las ciudades de Alicante, Pamplona, Bilbao, Barcelona, y muy en especial Madrid. En esta última, Greenpeace y el movimiento vecinal No a la Tala llevaron a cabo una acción frente a la sede del Ayuntamiento, con motivo de la boda del alcalde, José Luis Martínez Almeida. La acción tenía como objetivo denunciar la política arboricida del Ayuntamiento e instarlo a proteger el arbolado como patrimonio de la ciudad y como estrategia clave para aumentar la adaptación frente a la crisis climática.

La solución pasa por renaturalizar las grandes urbes, aumentar los espacios verdes y el arbolado en sus calles. Algo que también viene avalado por el Parlamento Europeo, que el pasado 27 de febrero ratificó el Reglamento sobre la Restauración de la Naturaleza. En él incorpora objetivos de mantenimiento de espacios verdes urbanos y un aumento del porcentaje de estos en las ciudades. 

Vista aerea ciudad y zonas verdes
AirCam.PRO / Shutterstock

Una regla reconocida internacionalmente es la regla 3-30-300 por la que toda persona debería ver tres árboles desde su domicilio, tener un 30% de cobertura vegetal en su barrio y vivir a 300 metros de un espacio verde. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ofrece soluciones en este sentido y recomienda que ese espacio verde sea de, al menos, media hectárea. Esto se puede conseguir no solo con arbolado, sino con otros elementos como las fachadas y azoteas verdes, alcorques renaturalizados, aceras verdes, jardines de lluvia, pérgolas ajardinadas, huertos urbanos… Todo ello, con vegetación autóctona o adaptada al clima local para que no suponga una demanda excesiva de agua en contextos de sequía.

También es importante ir aumentando la vegetación en las zonas donde se concentra la población vulnerable, como es el caso de los centros escolares, centros de mayores y centros de salud, y en los recorridos para desplazarse hasta ellos. Con eso conseguimos una ciudad más verde, pero también más saludable, justa y sostenible.

Texto: Mariángeles García