Pellets: la punta del iceberg del plástico

La invasión de pellets de principios de año en Galicia puso el foco en uno de las grandes amenazas de los océanos: la contaminación por plásticos

pellets sobre la arena de la playa © Manoel Santos / Greenpeace

A mediados de diciembre de 2023, las costas gallegas recibieron un regalo de Navidad indeseado y por adelantado: más de 26.000 kg de pellets cayeron al mar e inundaron el litoral. La mercancía procedía del buque Toconao (contratado por la empresa danesa Maersk), que perdió parte de su carga tras el impacto de una ola cuando se encontraba navegando a la altura de Viana do Castelo, en Portugal. Poco tiempo después, más playas del resto de comunidades del Cantábrico, incluso de otros litorales de la península, comenzaron a cubrirse con millones de estos microplásticos. La de los pellets se convertía así en una desastre medioambiental (¡otra!) que evidenciaba las terribles consecuencias de la descoordinación entre las Administraciones y de la falta de efectividad de las políticas anticontaminación.

Las imágenes de las costas cubiertas de estas bolitas de plástico y las de las decenas de personas voluntarias que acudieron a limpiarlas con la que abrían los informativos aquellos días, ponían el foco en un problema que, lejos de ser puntual, se ha convertido en una de las grandes amenazas para la salud de playas y océanos. Porque solo en la Unión Europa se calcula que cada año se vierten unas 160.000 toneladas de pellets de plástico al año. 

Estos pequeños gránulos de plástico, de apenas 2 mm de tamaño, se utilizan como materia prima para la producción de todo tipo de productos de ese material y suelen estar fabricados a partir de combustibles fósiles (petróleo y gas), además de contener otro tipo de aditivos. En el caso de los que llegaron a las costas gallegas, se sabe que estaban compuestos de polietileno y al menos un aditivo (UV622) para hacerlo más resistente a la degradación a la luz. Un cóctel letal para la vida marina. 

Aunque lo realmente alarmante de crisis como la vivida en el norte de la península es que la de los pellets supone solo la punta del iceberg de una realidad: la de la invasión de los plásticos. Como explica Manoel Santos, coordinador de movilización de Greenpeace en Galicia, los pellets suponen “una gota más en el vaso de barbaridades que le hacemos a los océanos cada día. Vertemos en ellos unos 12 millones de toneladas solo de plástico cada año”. En lugar de la manida referencia de los campos de fútbol para visualizar la cantidad, Santos prefiere recurrir a otra metáfora no menos ilustrativa: “Es como si vaciáramos sobre el mar un camión de plástico cada minuto”.

Junto al cambio climático y la sobrepesca, la contaminación por plásticos es la gran amenaza para los ecosistemas acuáticos. “Unos 100.000 mamíferos marinos y más de un millón de aves mueren al año solamente por ingestión directa de plástico. Los microplásticos se infiltran en la cadena alimentaria marina, y tanto estos como los de mayor tamaño aglutinan, además, muchos contaminantes tóxicos perjudiciales para la vida marina. Al desplazarse por el océano, en muchas ocasiones se convierten en vectores de especies exóticas invasoras e incluso organismos patógenos que muchas veces se convierten en plagas en diferentes puntos del mundo”, explica Santos. 

Unos 100.000 mamíferos marinos y más de un millón de aves mueren al año solamente por ingestión directa de plástico

La solución al problema no resulta sencilla en un mundo que en el último siglo se ha plastificado. Según datos de FAO, desde 1950 se han fabricado 8,3 millones de toneladas de plástico, el equivalente al peso de 1.000 millones de elefantes o al de 47 millones de ballenas azules. De toda esa cantidad, se calcula que solo el 9% se ha reciclado; cerca del 80% ha acabado en vertederos o directamente en el medioambiente, incluido los entornos acuáticos.

Una mayor concienciación social que apueste por la reducción y reciclaje del plástico y la búsqueda de alternativas sostenibles resulta vital para paliar esta lacra. Pero, sobre todo, es necesaria una legislación que restrinja la producción desaforada de plástico actual. Es en esa lucha en la que movimientos como #BreakFreeFromPlastic, compuesto por más de 900 organizaciones de todo el mundo, entre ellas Greenpeace, viene bregando desde 2016, exigiendo reducciones masivas en la fabricación de este material. 

Voluntarios recogiendo pellets en una playa de Galicia
© Manoel Santos / Greenpeace

Reivindicaciones que, parece, no están cayendo en saco roto. Por fin, el pasado 24 de abril, el Parlamento Europeo aprobó el texto del nuevo Reglamento de Envases y Residuos de Envases que la Comisión Europea presentó hace aproximadamente un año y medio. Un día antes, el órgano legislativo de la UE votó a favor del nuevo reglamento sobre prevención de pérdidas de pellets de plástico para reducir la contaminación por microplásticos. Además, 2024 está llamado a ser un año crucial para que Naciones Unidas apruebe por fin un Tratado Mundial que reduzca la producción de plástico y la contaminación, algo por lo que llevamos años luchando. Pasos, todos estos, que invitan al optimismo en cuanto a un futuro en el que nuestros mares, y nuestro planeta en general, no sigan envueltos en plásticos.

Texto: Gema Lozano   Fotos: ©Manoel Santos / Greenpeace