Lo que pasa en el WC no se queda en el WC
Lo que ocurre en nuestro cuarto de baño una vez que entramos y cerramos la puerta se queda para nosotros. No suele ser objeto de conversación (normalmente), pero no por eso deja de existir. Ni tampoco tiene por qué ser tabú. De hecho, de vez en cuando, conviene repasar algunos de nuestros hábitos en el baño para ser conscientes de su coste medioambiental.
. Una ducha y algo más

Hace más de una década, la ONG brasileña SOS Mata Atlántica realizó el siguiente cálculo: una persona sana orina, al menos, cuatro veces al día. Si cada vez que vacía la cisterna se pierden unos 12 litros de agua, eso significa que, como mínimo, cada individuo utiliza 48 litros diarios solo por miccionar, lo que al año supone más de 17.000 litros. La ONG era consciente de que, tratándose de una necesidad perentoria, había poco margen a la hora de buscar fórmulas de ahorro, pero ¿y si al menos se pudiera evitar una descarga de cisterna por persona al día? De conseguirlo, se podría evitar derrochar hasta 4.300 litros de agua al año por persona.
Para lograrlo, propuso a los brasileños lo siguiente: aprovechar la ducha diaria para orinar en la bañera. El momento idóneo, nada más meterse bajo el grifo de forma que el agua arrastrase el pipí por el desagüe, para así después seguir con el aseo. El nombre de la campaña no podía ser más directo: ‘Haz pis en la bañera’, y en ella aparecían dibujos animados que mostraban la silueta de personajes célebres como Hitchcock o Gandhi detrás de una cortina de ducha, supuestamente, siguiendo las indicaciones de la campaña.
Tras la puesta en marcha de la iniciativa, la ONG realizó una encuesta en la que el 75% de los encuestados se mostraba partidario de la propuesta ya que, reconocían, alguna vez habían llevado a cabo la práctica. En declaraciones a la BBC, Ana Ligia Scachetti, directora de comunicación de SOS Mata Atlántica, aseguraba que, más allá de animar a las personas a incorporar este hábito, lo que proponía la campaña era concienciar a la población de muchas de las cosas que hacemos en nuestro día a día que pueden afectar a los recursos naturales: “Se trataba de abrir el debate y traer el tema medioambiental a las discusiones cotidianas, en el seno de la familia o con los amigos».
. Mejor no pasarse de suave

El papel higiénico es otro de los fijos en nuestros aseos y uno de los objetos cotidianos de un solo uso más demandados. Según datos de la Asociación Española del Papel y del Cartón (Aspapel), en nuestro país se consumen unos 16 kilos de papel higiénico por persona al año, dos kilos más que la media europea.
A día de hoy, el producto cuenta con un alto grado de desarrollo y sofisticación. Dejando a un lado los papeles cuyos diseños simulan ser, por ejemplo, billetes de dólar o los impresos en colores tan inesperados en este tipo de producto como el negro o el rojo, la I+D de la industria del papel se ha enfocado fundamentalmente en buscar la máxima suavidad para sus clientes. Y en la mayoría de las ocasiones a costa de la sostenibilidad, ya que son precisamente los papeles de múltiples capas o los que cuentan con tratamientos especiales para lograr ser más suaves los que requieren de procesos adicionales que incrementan su huella ecológica.
Pese a la recomendaciones de los ecologistas, entre ellos Miguel Ángel Soto, de Greenpeace, de evitar el uso de fibra virgen en la fabricación de estos papeles y recurrir, en su lugar, al papel reciclado, la oferta de papel higiénico de este tipo es aún escasa. Según datos de la empresa Colhogar, solo el 0,5% de los rollos de papel higiénico que se fabrican hoy proceden de papel reciclado. La razón, según los expertos, es que con el uso de fibra virgen como materia prima es más fácil conseguir la tan deseada suavidad. Un hecho preocupante al que hay que unir el impacto que genera la distribución y el embalaje (la mayor parte a base de plásticos) de este tipo de producto.
. ¡No en mi baño!

Aunque más inquietante aún resulta la moda de las toallitas húmedas para el WC. En los últimos años su consumo ha crecido a la par que los problemas que generan no solo en los alcantarillados, sino también en los sistemas de depuración de pueblos y ciudades. Los costes económicos derivados de la reparación de dichos sistemas se calcula que rondan los 1.000 millones de euros anuales en Europa.
Pese a ser comercializadas en algunos casos como biodegradables, no lo son. Las toallitas contienen fibras sintéticas y plásticas, así como otras sustancias que al desintegrarse acaban en nuestros ríos y mares, causando graves daños ambientales. Una moda que debería salir de todos los cuartos de baño.
Texto: Ximena Arnau Fotos: Shutterstock