Un paso importante para acabar con la barbarie
¿Qué más tiene que pasar para que cesen las atrocidades que se están cometiendo en Gaza desde hace más de año y medio? Cifras como las más 60.000 personas asesinadas por el ejército israelí desde el 7 de octubre de 2023 (dato que, según The Lancet, podría ser hasta un 40% superior si se contabilizasen los cuerpos que yacen bajo los escombros), o los más de 57.000 niños que la OMS calcula que sufrirán desnutrición aguda durante los próximos 11 meses convierten la ofensiva perpetrada por Israel en la franja en un verdadero genocidio. Aunque el estado hebreo no es el único responsable; sin la complicidad de otros, el conflicto, posiblemente, no se hubiera alargado tanto en el tiempo ni su crueldad sería de tal magnitud. Y entre estos estados se encuentra el nuestro.
Como explica Valentina Carvajal, portavoz de Greenpeace, “mientras Israel comete un genocidio sin precedentes, que nos está dejando algunas de las imágenes más desgarradoras, crueles e inhumanas que hemos visto nunca, nuestro país sigue alimentando su maquinaria de guerra, manchándose las manos de sangre”.
Por eso, el pasado 10 de mayo, durante la manifestación en solidaridad con Palestina, un grupo de activistas de Greenpeace tiñó de rojo el agua de la madrileña fuente de Neptuno. El tinte no tóxico, biodegradable y diseñado para uso alimentario fue trasladado en contenedores donde podía leerse “Embargo de armas a Israel YA”.
“Esto significa poner fin a todo comercio de armas con este país y prohibir cualquier actividad que sostenga los crímenes de guerra contra el pueblo palestino”, explicaba la propia Carvajal. La protesta, una muestra más de la presión de la sociedad civil que desde hace 19 meses viene movilizándose a través de concentraciones mensuales en más de 100 ciudades a la vez (la del 10 de mayo congregó a más de 100.000 personas en Madrid), tuvo su respuesta solo unos días después. El 20 de mayo, el Congreso de los Diputados daba luz verde al debate en sede parlamentaria sobre la reforma de la actual ley sobre el control del comercio exterior de armas y la imposición de manera automática de un embargo a estados investigados por crímenes de guerra. Un paso importante que esperemos tenga continuidad en las próximas semanas.
Resulta que la seguridad era esto…
A vueltas con la necesidad de incrementar el gasto militar para cumplir con las exigencias de la OTAN y EE. UU., el pasado 29 de abril recibimos una lección imborrable: la seguridad de un país no depende del arsenal de armas con el que cuente su ejército, sino de su capacidad para garantizar una energía segura, rentable y sostenible para todas las personas. Algo que solo es posible con las energías renovables.
Cuando aún no están claras las causas que provocaron el apagón, lo que aprendimos aquella jornada es que es urgente la necesidad de tomar medidas para dejar a un lado el actual y viejo sistema basado en combustibles fósiles y nucleares, y transitar a un sistema más resiliente, asequible, eficiente y 100% renovable.
Desde Greenpeace, consideramos que no basta con añadir energía renovable al actual modelo, sino que se necesita un sistema más flexible, en el que la tecnología no solo genere energía, sino que tenga la suficiente capacidad de almacenamiento y gestión de la demanda.
José Luis García, responsable del área de Clima y Energía de Greenpeace, lo resumía así: “Este apagón es la oportunidad de aprender que la transición hay que hacerla bien, lo que implica acelerar los esfuerzos por descarbonizar nuestro mix energético, ampliar el colchón renovable, el autoconsumo, las comunidades energéticas y agilizar el almacenamiento, que debe estar más distribuido con la generación y con la demanda. Un mix energético aún dependiente de los combustibles fósiles es el peor pronóstico para el clima, la biodiversidad y la seguridad energética; en definitiva, para las personas”.
No nos callarán ¡ni debajo del agua!
Hace unas semanas, una pareja de buceadores hizo una inmersión en la bahía de Matauri, Nueva Zelanda, donde descansa el pecio del Rainbow Warrior original. Una visita para mantener viva la memoria del buque insignia, bombardeado en 1985 por Francia con el objetivo de impedir que la tripulación denunciase in situ las pruebas nucleares que el gobierno galo estaba realizando en el Atolón de Mururoa. El ataque no solo destrozó el barco, sino que también se llevó por delante la vida del fotógrafo Fernando Pereira.
Cuarenta años después, los dos buceadores no quisieron perder la oportunidad de recordar este brutal ataque portando una pancarta en la que podía leerse: “We will not be silenced”. Y así, de paso, incidir en que, al igual que dos bombas no fueron capaces de destruirnos hace cuatro décadas, tampoco lo harán hoy las demandas, por muy millonarias que sean.
Un futuro optimista para los océanos
“La primera vez que utilicé un equipo de buceo autónomo para sumergirme en un arrecife de coral fue en el año 1957, y el espectáculo que se abrió ante mis ojos me dejó tan atónito que por un momento olvidé tomar oxígeno. Nada de cuanto había alcanzado a ver en tierra podía compararse con el torbellino de sensaciones que despertaba en mí aquella profusión de vida y diversidad, justo delante de mis ojos”.
El texto es un extracto de Oceáno, el libro que David Attenborough acaba de publicar, en colaboración con el director de Open Planet Studios, Colin Butfield. Tras siete décadas dedicadas a la divulgación, el naturalista hace un exhaustivo recorrido por el que es, sin duda, el hábitat más inexplorado del planeta. Además de en su fragilidad, Attenborough y Butfield se centran también en la resiliencia de los océanos, dando pie a la esperanza: aún estamos a tiempo de restaurar la vida marina y de que resurja incluso más rica y espectacular. Eso sí, tenemos que actuar a tiempo .