El cambio que alimenta el futuro

Ilustración en la que podemos ver los alimentos de los que deberíamos consumir más cantidad y de una manera más próxima como frutas, verduras y legumbres representados alrededor una olla en la que que está un hombre subido en su borde removiendo el c © Buba Viedma

Greenpeace presenta un modelo alternativo que transforma el sistema alimentario español en una herramienta para combatir la crisis climática y proteger la salud y el empleo

Una transformación integral del sistema alimentario español es posible y también urgente. Así lo plantea Greenpeace en su reciente informe Revolución alimentaria: Urge una transición del inviable sistema actual a un modelo alimentario sostenible (MAS), una hoja de ruta que propone pasar de un modelo destructivo desde el punto de vista ambiental y social como el actual a otro que pueda reducir emisiones, proteger la biodiversidad, mejorar la salud y generar empleo digno. La propuesta MAS ha sido desarrollada en colaboración con el think tank Alimentta durante dos años y parte de un análisis comparativo entre el modelo continuista y el modelo sostenible proyectado a 2030 y 2050.

El diagnóstico que acompaña al informe es claro: “Una transición alimentaria en España no es solo posible, sino también necesaria y urgente”. El actual modelo de producción y consumo está desconectado del territorio, fomenta la dependencia exterior y agrava problemas como la contaminación del agua, la pérdida de biodiversidad o el deterioro de la salud pública. Las cifras son elocuentes. Según los datos que maneja la organización, si se mantiene el sistema vigente, en 2050 el conjunto del sistema alimentario aumentará sus emisiones en un 7% y las agropecuarias en un 11%, lo que situará la producción de alimentos como la principal fuente de gases de efecto invernadero, por delante incluso de la energía o el transporte.

Además, si no se operan cambios sustanciales, se incrementarán en un 6% las especies amenazadas, las capturas en caladero nacional caerán un 53% y seguirá predominando una dieta excesiva en proteínas animales, mientras que el desperdicio alimentario generará un 7% más de emisiones que en la actualidad.

“Una transición alimentaria en España no es solo posible, sino también necesaria y urgente”

Escenario alternativo

Plantación de plátanos en el campo Zé Maria do Tomé, en Chapada do Apodi (CE), municipio de Limoeiro do Norte.
© Nilmar Lage / Greenpeace

Frente a este horizonte desalentador, Greenpeace plantea un escenario alternativo basado en la agroecología, la producción local y la dieta de salud planetaria y la pesca de bajo impacto ambiental. El MAS permitiría reducir las emisiones del sistema alimentario en un 116% y lo convertiría en un sumidero de carbono. En el caso de la producción agropecuaria agroganadería, la reducción sería del 95%, y del 88% en el sector pesquero. También se reduciría un 56% la contaminación de aguas por nitratos y un 96% las emisiones asociadas al desperdicio alimentario.

Ante estos datos, la directora ejecutiva de Greenpeace, Eva Saldaña, afirma que “se debe priorizar un modelo que funcione dentro de los límites planetarios y que permita abastecer a la población con dietas sostenibles, saludables y locales. La alimentación es un derecho y no una excusa para el lucro de unos pocos a costa del daño general. La transición hacia este horizonte sólo será posible si se adoptan cambios en la producción y el consumo de manera conjunta”.

Una de las claves del nuevo modelo es la adopción de una producción 100% agroecológica para el año 2050. Esto implica eliminar el uso de fertilizantes inorgánicos y plaguicidas sintéticos, redistribuir cultivos en función de la disponibilidad hídrica y relocalizar parte de la producción actualmente externalizada. Esta transformación permitiría a la agricultura pasar de ser emisora a actuar como sumidero de carbono, con una reducción del 124% en emisiones de CO2 equivalentes. Además, liberaría un 38% de la superficie actualmente ocupada, parte de ella en terceros países, y supondría un aumento del 50% del empleo en el sector agropecuario.

Comer más legumbres

Otra palanca fundamental del MAS son las legumbres, cuyo consumo actual en España, de 121,8 gr gramos por persona a la semana, es 3 veces inferior al recomendado por la dieta EAT-Lancet. Su producción ha disminuido y buena parte de lo que se consume se importa desde países lejanos. Incrementar su consumo y producción local supondría un beneficio directo en la salud, la soberanía alimentaria y la sostenibilidad del sistema.

El informe también plantea una reducción drástica de la ganadería intensiva, especialmente porcina, cuya producción está orientada mayoritariamente a la exportación y depende de piensos de países terceros altamente contaminantes. Greenpeace propone una transición hacia la ganadería extensiva agroecológica, reduciendo la producción de porcino y de aves en un 88% y un 76% respectivamente, al tiempo que se incrementa la producción de ovino, caprino, bovino y conejo de manera adaptada al territorio. Esta reconversión permitiría reducir en un 80% las emisiones ganaderas y duplicar el empleo en el sector.

Respecto a la pesca, el modelo MAS aboga por sustituir progresivamente la industrial por un sistema 100% artesanal y sostenible, basado en prácticas de bajo impacto ambiental y alto valor social. Esto permitiría aumentar un 55% las capturas nacionales y reducir un 94% las emisiones del sector para 2050. Se mantendrían formas tradicionales como el marisqueo y la acuicultura extensiva de bivalvos, mientras que se reforzarán las reservas marinas efectivas.

Contra el desperdicio

La lucha contra el desperdicio alimentario es otro pilar estratégico. Actualmente se pierden 33 kilos de comida por persona al año, el 20% de las emisiones totales del consumo en España. Si no se actúa, esta cifra aumentará aún más en las próximas décadas. El MAS propone reducir a la mitad los alimentos desperdiciados y disminuir la huella de carbono global asociado a su producción  y apostar por aquellos con menor huella de carbono, lo que recortará en un 96% las emisiones relacionadas con este problema.

Según denuncia la responsable de Biodiversidad de Greenpeace España Celia Ojeda, “la urgente y necesaria transición alimentaria, tal como exige la comunidad científica, sigue siendo la gran olvidada en las políticas públicas. En otros sectores se ha asumido la transición como una pieza clave; sin embargo, es algo que apenas se ha valorado en un sector tan importante como el que nos provee de alimentos”. Greenpeace, añade Ojeda, “presenta una propuesta de cómo debe ser un modelo alimentario sostenible en España, un modelo que pone a las personas —consumidoras y productoras— y al planeta en el centro. Ahora es el turno de que la clase política actúe con valentía, determinación y rapidez para hacerlo realidad”.

Según los datos que maneja la organización, si se mantiene el sistema vigente, en 2050 el conjunto del sistema alimentario aumentará sus emisiones en un 7% y las agropecuarias en un 11%, lo que situará la producción de alimentos como la principal fuente de gases de efecto invernadero, por delante incluso de la energía o el transporte.

Cambios profundos

vista aerea de un rebaño de 800 ovejas de la localidad oscense de Almudévar formando la palabra SOS
© Greenpeace / Pedro Armestre

Para lograrlo, el informe incluye un conjunto de propuestas que implican cambios profundos en las políticas públicas, financiación, modelos de gobernanza y distribución. Entre ellos, alcanzar un 100% de producción agroecológica para 2050, impulsar centros de distribución sostenibles como los Food Hubs, eliminar las subvenciones dañinas para el medio ambiente, garantizar el acceso prioritario a la tierra y el agua para quienes producen de forma sostenible, y establecer políticas que fomenten el relevo generacional y la equidad en el mundo rural.

Greenpeace deja claro que este cambio no puede ser parcial ni pospuesto. Es un reto estructural y de largo recorrido que afecta al medio ambiente y, por extensión, también a la salud de las personas, al equilibrio territorial y a la justicia social. Frente a un modelo caduco y perjudicial, el MÁS representa una apuesta clara por una alimentación sostenible, local y justa. La revolución alimentaria está sobre la mesa. Y es hora de que las decisiones políticas acompañen.

“La transición alimentaria necesita decisión política”

Un cartel en el que puede leerse REVOLUCIÓN ALIMENTARIA YA en un apiario entre abejas
© Greenpeace / Pedro Armestre

Aunque los datos avalan la necesidad y posibilidad de transformar el sistema alimentario en España, el mayor obstáculo sigue siendo político. Así lo sostiene Helena Moreno, coordinadora del informe de Greenpeace Revolución alimentaria: Urge una transición del inviable sistema actual a un modelo alimentario sostenible (MAS), quien insiste en que la alimentación y el sistema alimentario en conjunto deben ocupar un lugar central en la agenda climática, económica y social del país.

“La transición alimentaria no depende de que se pueda hacer, sino de que se quiera hacer”, resume Moreno, para quien el debate ya no es técnico, sino de prioridades políticas. Frente a las evidencias científicas que demuestran los beneficios del modelo alimentario sostenible (MÁS), sigue faltando un compromiso firme por parte de las instituciones. “No hay ninguna duda de que el modelo actual es inviable y de que hay alternativas”, señala. “Lo que falta es coherencia en las políticas públicas”.

Uno de los mayores problemas, en su opinión, es la contradicción entre discursos e incentivos reales: “No podemos hablar de transición ecológica mientras se siguen subvencionando las macrogranjas o la pesca industrial”. Para que el cambio sea efectivo, añade, “hay que dejar de premiar a quienes más contaminan y empezar a apoyar con claridad a quienes producen de forma sostenible”.

Moreno defiende que la alimentación debe dejar de ser tratada como una cuestión sectorial y pasar a ocupar un lugar estructural en las decisiones políticas: “La alimentación atraviesa la biodiversidad, la salud, el clima, la justicia social y el modelo económico. No podemos seguir viéndola como un asunto de segunda fila”.

Para Greenpeace, el paso es urgente. Y para quienes han trabajado en este modelo, como Helena Moreno, es, sobre todo, posible.

Ilustración en la que podemos ver los alimentos de los que deberíamos consumir más cantidad y de una manera más próxima como frutas, verduras y legumbres representados alrededor una olla en la que que está un hombre subido en su borde removiendo el contenido y una mujer sentada en el borde de la olla pescando un pez. Fuera de la olla y al otro lado del camino, vemos una vaca que nos mira fijamente y una cabra que se está comiendo unos billetes junto a la representacion de los pesticidas como elementos que quedan fuera de la receta de Greenpeace.
Buba Viedma

La receta de Greenpeace

  1. Agroecología total

Eliminar plaguicidas y fertilizantes sintéticos, relocalizar cultivos y convertir la agricultura en un sumidero de carbono. Lograr un 25 % de producción agroecológica en 2030 y el 100 % en 2050.

  1. Más legumbres, menos carne

Triplicar la producción de legumbres y reducir el consumo excesivo de carne. Sustituir la proteína animal insostenible por vegetal, reforzando la soberanía alimentaria.

  1. Fin de la ganadería industrial

Eliminar macrogranjas en 2050 con un plan que fije límites regionales y reduzca al 50 % la cabaña intensiva en 2030. Apostar por ganadería extensiva local y con menor impacto ambiental.

  1. Pesca 100 % artesanal

Sustituir la flota industrial por pesca artesanal de bajo impacto y algo impacto social, marisqueo y acuicultura extensiva. Aumentar capturas nacionales (+55 %) y reducir emisiones (-94 %).

  1. Menos desperdicio, menos emisiones

Reducir a la mitad el desperdicio alimentario (33 kg/persona/año), responsable del 20 % de las emisiones del sistema alimentario. Crear una base estatal de coordinación.

  1. Circuitos cortos y mercados locales

Impulsar food hubs (espacios que facilitan la producción, distribución y consumo de alimentos sostenibles), mercados agroecológicos y compra pública de proximidad. Facilitar precios justos con apoyo a productores y consumidores.

  1. Adiós a las subvenciones dañinas

Eliminar ayudas públicas a industrias contaminantes y destinarlas a prácticas agrícolas, ganaderas, pesqueras y alimentarias sostenibles.

  1. Acceso justo a tierra y agua

Priorizar a quienes producen (o quieren producir) de forma sostenible para democratizar el acceso a recursos clave.

  1. Más empleo rural y femenino

Duplicar el empleo en sectores como la ganadería extensiva y la agroecología para luchar contra la falta de relevo generacional y facilitar el acceso de mujeres y jóvenes al medio rural y marino.

  1. Gobernanza alimentaria

Incluir la alimentación en políticas de clima, salud o vivienda. Fomentar redes sociales y participación para avanzar hacia la soberanía alimentaria. Tenemos que producir alimentos para comer, no solo para comerciar.

Texto: Gillem Sanchis   Fotos: © Greenpeace/ Ilustración Buba Viedma