Derecho a la vivienda, sí, pero digna y adecuada
Derecho a la vivienda, sí, pero digna y adecuada
Según el último CIS del mes de abril de 2025, el 28,8% de los españoles encuestados opinan que el principal problema que existe en España en estos momentos es la vivienda. Y según los datos ofrecidos por el informe Monitor de Vivienda de Ipsos, el 74% de la población española opina que no se está prestando la debida atención a este problema.
El derecho a la vivienda está contemplado en la Constitución, pero, a juzgar por las dificultades que buena parte de la ciudadanía está teniendo para acceder a una, está claro que no se está cumpliendo.
En Greenpeace apostamos por un derecho a la vivienda, sí, pero no solo eso: una vivienda digna y adecuada, que aun siendo mandato constitucional, debe ir más allá. ¿A qué nos referimos con eso? Como explica María Prado, coordinadora de la campaña de energía de Greenpeace España, “una vivienda digna y adecuada debe ser entendida como una vivienda de calidad y socialmente asequible, y, por tanto, elementos como la salud, el confort, la sostenibilidad, la eficiencia energética y las garantías de tenencia que nos ofrece se tornan fundamentales”.
Y es ahí, en esa necesidad de adecuar los hogares para reducir las emisiones que perjudican al medioambiente, donde Greenpeace pone el acento. Tal y como resume Prado, “la emergencia climática impone nuevas necesidades, desafíos y oportunidades, y para reducir y mitigar el impacto ambiental resulta necesario transformar, entre otras cosas, el sector de la edificación —que en España consume casi un tercio de la energía y genera un cuarto de las emisiones de gases de efecto invernadero (Green Building Council España, 2022)—, de modo que la vivienda se transforme (también) en un refugio y una solución climáticos”.
Por todo ello, tal y como afirma Prado, es necesario “una urgente rehabilitación masiva de nuestras casas para descarbonizar todos los usos energéticos que tenemos y también ser más eficientes con el uso que hacemos en casa de la energía”. Esas reformas deben permitir prescindir del gas y sustituirlo por sistemas basados en electricidad limpia como sistemas de aerotermia, biomasa u otras fuentes renovables, junto con un adecuado aislamiento y el autoconsumo solar, preferiblemente compartido. “Es decir, se necesita consumir mucha menos energía y que ésta sea respetuosa con el planeta, o sea, con renovables (las hay variadas y todos podemos practicarlas, tengas o no tengas tejado, dinero o seas experta)”, concluye.
Así pues, el de la vivienda no es solo un problema social, sino también medioambiental. Para empezar, la energía que consumen las casas en España proviene en su mayoría de energías fósiles, principalmente el gas (usado para calefacción, cocina, agua caliente, pero también para generar la electricidad). Además, nuestras casas en su mayoría están mal aisladas y son grandes emisoras de gases de efecto invernadero. Los edificios en los que vivimos, a nivel europeo, consumen el 40% del total del gas en Europa y el 34% de las emisiones se deben al consumo del gas, petróleo y electricidad que se utilizan para la calefacción, la refrigeración y el agua caliente en los hogares.
No son los únicos datos alarmantes. Nuestras casas son un problema de salud pública, puesto que el 20,8% de la población española vive con pobreza energética (es decir, la dificultad económica para mantener la vivienda a una temperatura adecuada), el doble de la media europea. Por si fuera poco, el precio de la energía subió de media un 50% en Europa en los últimos años, alza alimentada por empresas contaminadoras y especuladoras, que año tras año siguen declarando beneficios multimillonarios.

Aislamiento, ¿qué aislamiento?
No solo estamos sometidos a un oligopolio energético, es que, por si fuera poco, estamos pagando más de lo que deberíamos por mantener la temperatura adecuada en nuestros hogares, aunque no nos estemos dando cuenta. Según datos de IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía) de 2019, la calefacción supone el 42,4% del gasto energético en los hogares, porcentaje que puede subir en regiones más frías. Un calor que se despilfarra debido al pésimo aislamiento de nuestros hogares.
“Es un problema que se agudiza porque, de forma general, nuestras casas derrochan energía de manera innecesaria”, afirma José Luis García, responsable del área de Clima, Energía y Movilidad de Greenpeace España. Para demostrarlo, en febrero de 2025 Greenpeace utilizó cámaras termográficas en distintos edificios de Madrid, Zaragoza, Ávila y Valladolid. Y los resultados son demoledores.
Los colores amarillos y naranjas demuestran el calor que se escapa a través de ventanas, paredes, fachadas, suelos y techos, lo que demuestra la pésima calidad en la construcción de dichas viviendas. Y eso implica que en muchos hogares es imposible económicamente mantener una temperatura de confort tanto en invierno como en verano, cuando nuestras casas se convierten en hornos. Adiós a nuestro refugio climático.

Sí, hay solución
La buena noticia es que existen soluciones para estos problemas.
“La mejor forma de luchar contra este empobrecimiento generalizado es exigir la mejora del aislamiento de nuestras casas y sustituir el gas por soluciones renovables y eficientes que ahorran dinero, nos protegen mejor del frío y nos ayudan a luchar contra el cambio climático”, afirma María Prado. “El Gobierno debe dejar de financiar a los combustibles fósiles que causan esta crisis social y ambiental y poner el dinero al servicio de las soluciones que benefician a todas las personas”.
Esas soluciones se plantean de dos maneras:
A corto plazo, se trataría de implantar medidas paliativas que garanticen un acceso a servicios energéticos tales como el bono social, tarifas sociales o la prohibición de cortes de suministro por impago a los hogares en situación de vulnerabilidad.
Y a medio y largo plazo, es necesaria una intervención pública urgente en la rehabilitación energética y la transición a energías renovables en nuestros hogares. El objetivo es acabar con nuestra dependencia del gas y sus altos costes económicos y medioambientales, y ofrecer mayor salud a nuestras casas gracias al aislamiento, las bombas de calor y el autoconsumo solar.
Si nuestras casas y los edificios que las albergan hubieran sido eficientes energéticamente e inteligentes, además de ayudar a paliar el problema medioambiental, en problemas inesperados como el reciente apagón eléctrico sufrido en España, sus efectos podrían haberse paliado. “Pero para eso hay que derribar las barreras al autoconsumo colectivo y a las comunidades energéticas para que todo el mundo pueda contribuir a reducir la carga sobre las líneas de alta tensión, generando cerca de donde se consume y para quien lo necesita —opina María Prado—. Los sistemas de autoconsumo deben dotarse de la capacidad de mantener el suministro incluso cuando falle la red”.
En resumen, rehabilitar los edificios para conseguir las cero emisiones, que sean, además, edificios que autogeneren su propia energía limpia a través de las renovables y que se priorice a los colectivos más vulnerables. Conseguir, en definitiva, que nuestros hogares sean la solución y nuestro refugio climático.
Texto: Mariángeles García Fotos: © Ebuilding Eficientes, S.L / Greenpeace